Jutbah Semanal

Traducción al español de la Jutbah que se dicta en árabe desde el Mimbar de Mezquita As-Salam, cada viernes y en los Eid.

LA CLARIDAD DEL CREYENTE Y SU TRANSPARENCIA

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Dice Allâh Altísimo en el Sagrado Qurân: “¡Vosotros que creéis! Temed a Allâh y hablad acertadamente” [Sûrah (33), âyah 70]; y ha dicho nuestro Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Ciertamente el halâl es evidente y el harâm es evidente”.

¡Oh, creyentes en la Palabra de Allâh, y seguidores del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)! Nuestro Dîn se caracteriza por su claridad y transparencia, y nos enseña a los creyentes a adoptar la misma cualidad en cada uno de los aspectos de nuestras vidas.

El Islam como religión es claro en sus creencias, en sus fundamentos y en las instrucciones que da a sus seguidores para concretar el objetivo de cumplir con los derechos de Allâh y los derechos de la creación. Nada en el Islam es opaco o turbio, nada es confuso o dudoso, ni tampoco algo de nuestro Dîn entrega una apariencia para luego resultar en una realidad diferente. En nuestro Dîn todo es claro, las creencias que debemos tener son claras, la práctica de la adoración es clara, la recompensa es clara, así como el castigo. Las fuentes de la religión son claras y sus objetivos y los medios para conseguirlos también.

Dijo Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Los he dejado en el camino blanco, que es claro tanto de noche como de día; no se aparta de él sino quien elige para sí la destrucción”.  ¿Cómo no iba a ser así cuando el Mensajero enviado por Allâh con el Islam era un Profeta claro, transparente y veraz? Nuestro Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) siempre demostró  veracidad y una forma de ser perfecta, que era después de todo, un reflejo de lo que era en su interior. El Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) se preocupaba mucho de que siempre lo que él manifestaba estuviera conforme a lo que él pensaba y a lo que había en su interior y que sólo era conocido por Allâh. También ordenó a los musulmanes hacer lo propio, y preocuparse por la imagen que dan a los demás, para que esté conforme con lo que está oculto.

El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) enseñaba esto a veces con actos y a veces con palabras. En cierta ocasión, vino un hombre donde el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) para dar el testimonio de fe, y hacer su juramento de fidelidad. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) había dado una orden a sus compañeros respecto a ese hombre hacía tiempo, pero los compañeros se olvidaron de cumplirla. El hombre dio su testimonio y se marchó, y entonces el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo a sus compañeros: “¡Estaba esperando que alguno de ustedes hiciera lo que les dije!”, dijeron: “No sabíamos que había que hacerlo ahora, pero nos hubieras hecho una seña con los ojos, y nosotros hubiéramos entendido de inmediato”, Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “No es propio de un Mensajero de Allâh que traicione con los ojos”. Es decir que un profeta actúa de manera clara, si quiere decir algo, lo dice y si prefiere callar, lo hace, pero no puede callar y hacer una seña para que solo lo entienda una persona en especie de entre todos los presentes.

En otra ocasión el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) salió de noche a dejar a su esposa Safîyah hasta su casa y en el camino se cruzaron con dos hombres de los Ansâr (la gente de Madinah). Al verlo ellos apuraron el paso, pero él les dijo: “Deténganse un poco” y luego les dijo: “Ella es Safîyah, mi esposa”. Ellos exclamaron: “¡Subhânallâh!” (como diciendo que no hacía falta la explicación, puesto que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) no saldría con otra mujer) pero él les dijo: “El Shaitân corre por las venas de las personas como corre la sangre, y temí que les hiciera pensar algo incorrecto”.

Esa claridad que Allâh escogió para Su Dîn y para Su Mensajero, es una cualidad apreciada por Allâh para todos Sus siervos, para que la adopte cada uno de ellos en su vida y la haga parte de su personalidad hasta pasar a ser parte de su naturaleza y esencia. Por eso es necesario que cada uno de nosotros se evalúe a sí mismo. Esto no es para juzgar a otros sino que para echar una mirada dentro de nosotros mismos y corregir lo que haga falta. Evaluémonos a nosotros mismos: ¿Somos realmente claros como personas y cómo musulmanes?; ¿Qué tan claros somos en nuestros principios?; ¿En nuestra relación con Allâh?; ¿En nuestra relación con la gente?; ¿Con nuestras familias?; ¿Qué tan claros somos en nuestro trabajo y con nuestras demás responsabilidades? En todas estas cosas debe demostrar el creyente mucha claridad y transparencia, ya que eso es lo que nos pide Allâh y nos ha enseñado nuestro Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) con sus palabras y actos.

A veces se considera la falta de claridad una virtud, o se promociona como una habilidad que debe ser adquirida para demostrar inteligencia y conseguir mediante eso algunos objetivos mundanos para los que el engaño, y a veces hasta la traición, pueden ser un atajo. Pero sin duda eso está completamente en contraposición con los valores que nos inculca nuestro Dîn, y no hay duda de que el camino que nos marca nuestro Dîn es más conveniente para nosotros en esta vida y en la otra.

Hermanos y hermanas, rogamos a Allâh Altísimo que nos otorgue siempre la claridad en todos nuestros asuntos, para que lo que se manifieste de nosotros sea conforme en todo momento a aquello que permanece oculto, así como le pedimos que nos bendiga con todas las nobles cualidades que nos garantizan Su complacencia. Âmîn.

Was-salâmu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakâtuh

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