Jutbah Semanal

Traducción al español de la Jutbah que se dicta en árabe desde el Mimbar de Mezquita As-Salam, cada viernes y en los Eid.

LO QUE NOS DEJÓ EL PROFETA MUHAMMAD (SAW) TRAS SU PARTIDA

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Hermanos y hermanas, una de las pruebas más grandes que la Ummah ha sufrido fue la pérdida del Querido de Allâh, el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Su fallecimiento fue una de las calamidades más dolorosas, ya que él fue la misericordia enviada a nosotros, el mayor de los regalos que Allah concedió a la humanidad.

La vida del Mensajero de Allah (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) estaba destinada a cumplir con una misión: Transmitir el Bendito Mensaje de Allah; y cuando hubo completado esa misión y cumplido con su responsabilidad, Allah reveló la siguiente âyah del Sagrado Qurân: “Hoy os he completado vuestra práctica de adoración, he culminado Mi bendición sobre vosotros y os he aceptado complacido el Islam como práctica de adoración” [Sûrah Al-Mâîdah (5), âyah 3]. Este versículo fue un claro indicio de que la vida del Nabî (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) en este mundo estaba a punto de terminar.

Cuando Allah reveló: “Cuando llegue la victoria de Allah y la conquista, y veas a la gente entrar por grupos en la adoración de Allah. Glorifica a tu Señor con Su alabanza y pídele perdón. Él siempre acepta a quien a Él se vuelve” [Sûrah An-Nasr (110), âyât 1 a 3], Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) entendió que su partida estaba cercana. Â’îshah (radiallâhu ‘anhâ) narró que antes de su muerte, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) repetía constantemente: “Subhânallâhi wa bihamdihî, astaghfiruhu wa atubu ilaih” (Glorificado sea Allah y con Su alabanza, le pido perdón y me arrepiento ante Él). Um Salâma (radiallâhu ‘anhâ) también narró que en los últimos días del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), él no se levantaba ni se sentaba sin decir: “Subhânallâhi wa bihamdihî” (Glorificado sea Allah con Su alabanza). Cuando le preguntaron sobre esto, explicó que había sido ordenado por Allah, y luego recitó el versículo: “Cuando llegue la victoria de Allah y la conquista” [Sûrah An-Nasr (110), âyah 1].

Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), sintiendo que el final estaba cerca, se sentó en su minbar (púlpito) en sus últimos días y dijo a sus compañeros: “Un siervo de Allah fue ofrecido la opción entre recibir de las bellezas de este mundo lo que él quisiera, o lo que hay con su Señor, y él escogió lo que hay con su Señor”. Al escuchar esto, Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) lloró y dijo: “¡Que nuestros padres y madres sean sacrificados por ti, Oh, Mensajero de Allah!”. Los demás compañeros estaban sorprendidos por su reacción, sin comprender que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) estaba hablando de sí mismo. Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) fue el primero en entender la proximidad de su partida. Luego Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Entre quienes me acompañaron, el que más me benefició con su compañía y su riqueza fue Abû Bakr. Si hubiera de tomar a alguien como amigo íntimo (jalîl), habría tomado a Abû Bakr, pero la hermandad de la fe islámica es suficiente” [Muslim].

El Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) cayó enfermo y, durante su enfermedad, pasaba algunos días en las casas de sus esposas, moviéndose de un hogar a otro. Sin embargo, cuando el dolor se hizo más intenso y la enfermedad se agravó, solicitó el permiso de sus esposas para quedarse en la casa de Â’îshah (radiallâhu ‘anhâ), y ellas se lo concedieron.

Su enfermedad duró trece días. Ibn Mas‘ûd (radiallâhu ‘anhu) relató: “Entré a ver al Nabî mientras sufría de fiebre, y al tocarlo, le dije: “¡Oh, Mensajero de Allah! Estás sufriendo mucho”. Y (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) él respondió: “Sí, estoy sufriendo el doble que cualquiera de ustedes”. Entonces le pregunté: “¿Obtendrás doble recompensa por ello?” Y él respondió: “Sí, ningún musulmán sufre dolor, enfermedad u otra cosa, sin que Allah le borre sus pecados, como un árbol que deja caer sus hojas” [Bujari y Muslim].

En uno de esos días, mientras los musulmanes realizaban la oración del Faÿr liderados por Abû Bakr, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) abrió la cortina de la habitación de Â’îshah (radiallâhu ‘anhâ) que daba hacia la mezquita y los observó. Los compañeros se llenaron de alegría al verlo, y el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) sonrió. Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) retrocedió, creyendo que Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) iba a unirse a la oración, pero él les indicó que continuaran, y luego volvió a cerrar la cortina. [Bujari]. Poco sabían los compañeros que esa sería la última vez que lo verían.

Las últimas horas del Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) fueron profundamente dolorosas. Â’îshah (radiallâhu ‘anhâ) dijo: “Entre las bendiciones que Allah me concedió, está el hecho de que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) falleciera en mi casa, en mi día, entre mi pecho y mi cuello, y que Allah unió mi saliva con la suya en sus últimos momentos. Mi hermano Abdur-Rahmân entró con un siwâk en la mano (una pequeña rama especial usada para la higiene dental), y vi que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) lo miraba. Le pregunté: “¿Quieres el siwâk?” y él asintió con la cabeza. Se lo ofrecí, pero estaba duro, así que le pregunté: “¿Quieres que lo suavice para ti?” Y él asintió de nuevo. Lo suavicé (con mi boca) y él lo utilizó” [Bujari].

Hermanos y hermanas, en los últimos momentos de la vida del Mensajero de Allah (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), cuando su enfermedad se agravó y el dolor era evidente en su rostro, su amada hija Fâtimah (radiallâhu ‘anhâ), al verlo sufrir, exclamó con angustia: “¡Oh, qué dolor para mi padre!”. El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), con ternura y consuelo, le respondió: “No habrá más sufrimiento para tu padre después de este día”. [Bujari]. Luego, sumergió sus manos en un cuenco de agua y se las pasó por la cara, diciendo: “No hay más dios que Allah; verdaderamente, la muerte tiene sus agonías”. Entonces levantó su mano y dijo: “Con el Compañero Más Elevado” [Bujari], y su alma fue tomada. Este fue el momento en que el ángel Ÿibrîl (Gabriel) le ofreció al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) la opción de permanecer en este mundo o reunirse con Allah, y él eligió estar con su Señor, el Compañero Más Elevado.

Â’îshah (radiallâhu ‘anhâ) relató: “Cuando exhaló su último aliento, no sentí un aroma más puro que el suyo”. Y Um Salâma (radiallâhu ‘anhâ) dijo: “Toqué el pecho del Profeta el día que falleció, y no importaba cuánto tiempo pasara, el aroma del almizcle no se desvanecía de mi mano” [Bujari].

La ciudad de Madinah se estremeció ante la noticia del fallecimiento del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Los compañeros quedaron devastados, algunos quedaron atónitos, otros no podían hablar o moverse. ‘Umar (radiallâhu ‘anhu) no aceptaba la noticia, diciendo que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) había ido con su Señor, como Mûsâ (‘alaihis-salam) había hecho, y que volvería. Pero Abû Bakr entró, descubrió el rostro del Nabî, lo besó en la frente y dijo: “¡Oh, amado de mi padre y mi madre, has probado la muerte que Allah había decretado para ti!, pero ya no te alcanzará otra muerte”. Luego salió y dijo a la gente: “¡Oh gente, quien adoraba a Muhammad, que sepa que Muhammad ha muerto. Pero quien adoraba a Allah, que sepa que Allah vive y nunca muere!”, y recitó el versículo: “Pero Muhammad es sólo un mensajero antes del cual ya hubo otros mensajeros. Si muriese o lo mataran, ¿daríais la espalda? Quien da la espalda, no perjudicará a Allah en absoluto. Y Allah recompensará a los agradecidos” [Sûrah (3), âyah 144].

Cuando el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) falleció, su hija Fâtimah (radiallâhu ‘anhâ), entre lágrimas, dijo: “¡Oh, padre mío! Ha respondido al llamado de su Señor. ¡Oh, padre mío! Su morada está en el Jardín del Ÿannah. ¡Oh, padre mío! Anunciamos tu muerte a Ÿibrîl”. [Bujari].

El Mensajero de Allah (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) tenía 63 años cuando falleció, y fue enterrado en la misma habitación donde murió, en la casa de Â’îshah (radiallâhu ‘anhâ). Su cuerpo fue lavado por ‘Alî, ‘Abbâs, sus hijos y otros compañeros (radiallâhu ‘anhum), y fue enterrado en la mañana del miércoles. Después de que fue enterrado, Fâtimah se dirigió a Ânas Ibn Malik (radiallâhu ‘anhu) y, con el corazón roto, le preguntó: “¡Oh, Ânas! ¿Cómo pudieron sus corazones soportar cubrir con tierra al Mensajero de Allah?”. [Bujari].

Hermanos y hermanas, aprendamos de esta dolorosa experiencia: El fallecimiento del Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) nos recuerda que, por más nobles y puros que seamos, todos vamos a probar la muerte. Como dijo Allah en Su Bendito Libro: “Tú morirás y ellos morirán” [Sûrah Az-Zumar (39), âyah30]. Preparemos nuestras almas para el encuentro con Allah y sigamos firmemente el camino del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Que su ejemplo sea nuestro modelo, y que sigamos su Sunnah con devoción.

Reflexionemos sobre su vida y muerte: El Amado Profeta de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) vivió para nosotros, su Ummah; nos enseñó la importancia del îmân, la justicia, la compasión, y nos dejó con sus últimas palabras: “La oración, la oración, y cuiden a quienes estén bajo su responsabilidad” [Bujari y Muslim]. Esta fue su última voluntad para su Ummah.

Él se preocupó por nosotros hasta su último suspiro: Cuando se le ofreció la opción de estar con el Compañero Más Elevado, eligió irse, pero siempre su mayor preocupación fue nuestra salvación. Por eso, no dejemos que su sacrificio y amor por nosotros se desvanezcan. Sigamos su camino, vivamos conforme a sus enseñanzas, y recordemos siempre que, a pesar de su partida, su ejemplo vive en nuestros corazones.

Que Allâh nos haga de aquellos que viven conforme a las enseñanzas del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), que honremos su mensaje en nuestras acciones diarias, y que nunca nos desviemos del Camino Recto que nos mostró, y que nos ayude a prepararnos para nuestro encuentro con Él, tal como el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) lo hizo, con corazones sinceros y llenos de fe. Âmîn.

Was-salâmu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakâtuh

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