Jutbah

Ramadân está en la puerta

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Comúnmente nos preparamos para dar una buena recepción a una visita de acuerdo con el grado, el valor y el honor de nuestra visita; mientras más valiosa la vista, más importante y más honradas serán las condiciones de su recepción, y estas se manifiestan de acuerdo con su nobleza, entonces su bienvenida será muy dichosa; mientras que, si el valor y el honor de la visita es menor, su recepción pasa casi desapercibida, incluso cae pesada. Esa es una Sunnah innata, porque Allâh formó los corazones de acuerdo con ella y así lo confirmaron los Mensajes Celestiales, además de las costumbres humanas.

Hoy estamos hablando de la recepción de una visita que, por más de 1444 años, la Ummah en forma unánime ha estado de acuerdo en su gran honor y valor, y a lo largo de todos estos años esperamos la llegada de esta visita ansiosamente y con mucha Alegría. Esta visita es el Bendito Mes de Ramadân.

La palabra “Ramadân” es el nombre de un lapso de tiempo que Allâh Altísimo definió como de un mes, como señala en el Qurân: “En el mes de Ramadân fue revelado el Qurân como guía para la humanidad y evidencia de la guía y el criterio. Quien presencie la llegada de [la Luna nueva de] el mes deberá ayunar, pero quien esté enfermo o de viaje [y no ayune] deberá reponer posteriormente los días no ayunados y así completar el mes. Allâh desea facilitarles las cosas y no dificultárselas; alaben y agradezcan a Allâh por haberlos guiado” [Sûrah Al-Baqarah (2), âyah 185].

El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) también lo nombró así cuando dijo a sus sahabah (radiallâhu ‘anhum) al final del mes de Sha’bân: “¡Oh gentes! Un mes auspicioso y bendito ha descendido sobre ustedes”. Entonces Ramadân es uno de los doce meses del año lunar, que es el año que Allâh escogió para calcular los tiempos del universo con exactitud. Dice Allâh: “El número de meses para Allâh es doce, porque así Él lo decretó el día que creó los cielos y la Tierra” [Sûrah At-Taubah (9), âyah 36]. Ese es el año exacto y perfecto para un musulmán, lo que no impide que podamos usar los años que se usan hoy día por costumbre, pero no son tan exactos como el año que Allâh decidió para nosotros.

A este mes recibiremos muy pronto. El mismo Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) anunciaba la cercanía de su recepción dos meses antes, apenas que entraba el mes de Raÿab, diciendo: “Allâhumma bârik lanâ fî Raÿab wa Sha’bân wa balignâ Ramadân (¡Oh Allâh! Bendice para nosotros Raÿab y Sha’bân, y haznos llegar a Ramadân)” [Tabarani].

Cuando este bendito mes se acercaba más, daba la buena noticia a sus compañeros, como fue recopilado por Ahmad y An-Nasai del hadîth transmitido por Abû Hurairah (radiallâhu ‘anhu), en que Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) solía dar la buena noticia a sus compañeros diciendo: “¡Oh gentes! Un mes auspicioso y bendito ha descendido sobre ustedes. Allâh ha hecho obligatorio el ayuno. Cuando llega el mes de Ramadân se abren las puertas de los Paraísos, se cierran las puertas de los infiernos y los demonios son encadenados. En dicho mes hay una noche que es superior a mil meses, quien se prive de su bondad, la pierda”.

Dicen algunos de los ‘Ulamâ que este hadîth es la base de la prueba que es licito que los creyentes se feliciten entre ellos por la llegada del mes de Ramadân; y como no hacerlo si la buena noticia de su llegada, la anunció Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), y como no felicitar a los creyente por la apertura de las puertas de los Paraísos para sentir sus placenteros aromas y como no dar la buena noticia al pecador, y desear que se alivie el peso y ardor de sus errores y sienta algo de la frescura de alejase de ellos durante este mes, abriéndole durante el mes todas las puertas del Taubah (arrepentimiento). Y como no dar la buena noticia al sensato que por un mes serán encadenados los demonios para que se concentre aún más en su ‘Ibâdât (adoraciones) y permanezca más en el Dhikr de Allâh y en el Du‘â. ¿Qué otro lapso de tiempo puede ser parecido a este Bendito Mes de Ramadân?

‘Ubâdah Ibn As-Sâmit (radiallâhu ‘anhu) narró que un día, cuando Ramadân se acercaba, Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “El mes de Ramadân; el mes de las bendiciones, ha venido a ustedes. En él, Allâh se vuelve hacia vosotros y les envía su especial Misericordia, perdona sus faltas, acepta sus súplicas, acepta su competencia en hacer cosas buenas y se vanagloria de ustedes ante los ángeles. Así que muéstrenle a Allâh su rectitud; ya que ciertamente, el más desafortunado es aquél que es privado de la Misericordia de Allâh durante este mes”.

Para entender más el valor de sus virtudes y la importancia de aprovechar mejor el mes de Ramadân, los ‘Ulamâ contaron algunas de sus cualidades nombrando este Bendito Mes, como:

Shahrus-Saum (El Mes del Ayuno): Que es la abstención voluntaria mediante la cual se logra la Complacencia de Allâh. Siendo el Ayuno la única adoración sobre la cual Allâh Mismo dijo que es para Él, Altísimo sea.

Shahrul-Qurân (El Mes del Qurân): Ramadân es el mes que Allâh escogió para hacer descender a Sus siervos Su Mensaje Divino. La Revelación del Qurân se inició en Ramadân y se prolongó por 23 años, pero cada año en Ramadân el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) lo revisaba junto con Ÿibrîl (‘alaihis-salam).

Shahrur-Rahmah (El Mes de la Misericordia): Que son los diez primeros días del mes, cuando Allâh derrama Su Rahmah a Sus siervos.

Shahrul-Magfirah (El Mes del Perdón): Que son los segundos diez días del mes, aunque el mes completo un motivo para ganar el perdón de Allâh.

Shahrut-Taubah (El Mes del Arrepentimiento): En Ramadân los siervos se tornan arrepentidos, quebrados, pidiendo a su Señor que los perdone y limpie de sus errores y pecados.

Liberación del fuego, siendo los últimos 10 días de Ramadân una promesa de Allâh que en ellos habrá liberación para los creyentes que lo observan con sinceridad y el deseo de obtener esta importante acreditación.

Shahrul-Muasâ (El Mes de la Solidaridad): El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) nos incentivó a sentir el hambre y la sed durante este mes, invitando a nuestros hermanos musulmanes a compartir nuestra comida.

Shahrud-Du‘â (El Mes de las Súplicas): Como dijo Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Ciertamente para el ayunante, el Du‘â que eleva cuando rompe su ayuno, no será devuelto sin respuesta de Allâh”. Los sahabah (radiallâhu ‘anhum) llenaban su día y noche con Du‘â.

Shahrus-Sabr (El Mes de la Paciencia): Paciencia en todos sus sentidos: en la adoración, en la abstención, por los dolores y dificultades producidos por la abstención, Etc. La paciencia por sí sólo será recompensada sin pasar por la balanza, como Allâh promete cuando dice en el Qurân: “Por cierto que la retribución para quienes sean pacientes y perseverantes será ilimitada” [Sûrah Az-Zumar (39), âyah 10].

Shahrul-Ÿuddi wal-Karam (El Mes de Dar con Generosidad): Así fue descrito que el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) siendo siempre muy generoso, en el mes de Ramadân su generosidad aumentaba mucho más. Se decía respecto de su generosidad que, al dar era más rápido que los vientos.

Shahrut-Tasamuh (El Mes del Perdón): Tratemos de saldar nuestras cuentas con nuestros hermanos y hermanas, pidiendo de ellos el perdón en esta vida con generosidad y un corazón abierto y limpio, entendiendo que haciéndolo en la Otra Vida será mucho más caro y difícil.

Estos son algunos de los nombres del Gran Mes de Ramadân y de las cualidades que debemos buscar en él. Los sahabah (radiallâhu ‘anhum) poseían con creces estas cualidades y aun así esperaban con mucha ansia la entrada de este mes para aumentarlas. En qué situación estamos nosotros entonces, que las preocupaciones contemporáneas de la vida nos dan mucho menos tiempo para lograr obtener algo de estas bondades. Cuánto debemos aprovechar la llegada de este bendito mes, y con qué intenciones y disposición.

Hermanos y hermanas, roguemos a Allâh para que nos ilumine para sentir la importancia de esta gran visita que nos acerca y podamos recibirlo con la altura, realce y honor que corresponde; y roguemos también a Allâh para que nos permita y de la capacidad para obtener el máximo de provecho de este Bendito Mes de Ramadân. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

La Virtud del Sagrado Qurân

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Respetados hermanos  y hermanas: Dice Allâh Altísimo: “Es cierto que esta Recitación guía a la vía más recta y trae para los creyentes que practican las acciones de rectitud las buenas nuevas de que tendrán una enorme recompensa” [Sûrah Al-Isrâ (17), âyah 9]. Dice Allâh Altísimo también: “Hemos hecho que te descendiera a ti el Libro que es una aclaración para cada cosa y una guía, misericordia y buenas noticias para los que se someten (los musulmanes)” [Sûrah An-Nahl (16), âyah 89]. Allâh dice también: “Realmente hemos hecho el Corán fácil para recordar. ¿Hay quien recapacite?” [Sûrah Al-Qamar (54), âyah 17].

Dijo nuestro amado Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Aquel que no tiene en su corazón nada del Qurân es como una casa abandonada”. También dijo en otro hadîth: “El mejor de vosotros es aquel que aprende el Qurân y lo enseña”.

Respetados hermanos y hermanas se aproximan días de enorme valor, y parte importante de ese valor es por virtud del Qurân. Todos sabemos la importancia del mes de Ramadân, pero no todos se han percatado de que, en gran medida, esa importancia es por ser el mes en el que se dio comienzo a la Revelación del Sagrado Qurân. En la Jutbah de hoy, por tanto, hablaremos del Qurân, y de cómo debe ser nuestra relación con él.

Durante el bendito mes de Ramadán se hablará, probablemente, varias veces sobre el Qurân, ya que el mes de Ramadân es conocido, de hecho, como el mes del Qurân, o el mes donde fue iniciada la Revelación.

Pero ahora vamos a hablar específicamente de cómo debe ser nuestra relación con el libro de Allâh durante todas las épocas del año, y cómo debemos prepararnos para incrementar su lectura en el bendito mes de Ramadân.

Hermanos y hermanas, el Qurân es la Palabra de Allâh, revelada por Allâh para la guía de la humanidad. Dice Allâh: “Ese Libro, sin duda, contiene una guía para los temerosos (de su Señor)” [Sûrah Al-Baqarah (2), âyah 2].

El Qurân es, por lo tanto, el libro que guía a quien lo lee con temor de Allâh y anhelando Su perdón, y le proporciona las herramientas necesarias para vivir de la forma que complace a Allâh. Quien vive procurando complacer a Allâh, podrá aspirar al éxito de esta vida y la otra.

En un hadîth, el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) puso un ejemplo para que podamos entender mejor esto que acabamos de decir. Dijo (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “El Qurân es como una cuerda de cuyos extremos uno está donde Allâh y el otro en vuestras manos”.

Muchas veces cuando alguien se está ahogando o está en un hoyo profundo y es difícil volver a la superficie, los equipos de rescate le arrojan una cuerda para que pueda volver a un lugar donde esté seguro. En el hadîth que mencionamos recién, Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) compara al Qurân con una cuerda como las que se usan para el rescate, lo que significa que quien se aferra al Qurân, y sólo quien lo hace, puede salvarse de las tribulaciones de esta vida mundana y de las dificultades de la vida próxima.

El Qurân ilumina nuestros corazones y los llena de vida, mientras que el corazón que se encuentra desprovisto del efecto de la lectura del Qurân se endurece y se llena de oscuridad, tal como una casa se mantiene ordenada y limpia mientras se encuentra bien habitada, pero cuando es abandonada se arruina y se llena de polvo, suciedad y maleza. Dijo el mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Aquel que no tiene en su corazón nada del Qurân es como una casa abandonada”.

Por eso, respetados hermanos y hermanas, es importante que cada uno de nosotros haga un esfuerzo para aprender el Qurân y recitar parte de él diariamente, para estrechar nuestra relación con la Palabra de Allâh, y esto debe ser así durante todo el año, pero más aún ahora que debemos alistarnos para Ramadân.

Nuestra relación con el Qurân debe ser la de una persona que está perdida y ha perdido toda esperanza, con un guía experto que aparece de manera repentina, y de manera completamente desinteresada lo lleva hasta su destino.

Hay quienes, al tener dificultades en su memorización o en su lectura, terminan dejando el Qurân de lado, pero eso no es correcto, ya que Allâh recompensa a cada uno por su intención, por su dedicación y su esfuerzo, además, la perseverancia en el aprendizaje del Qurân nos llevará, In Sha Allâh, a perfeccionar nuestra recitación.

Rogamos a Allâh que nos haga a todos nosotros de la gente del Qurân, de quienes lo leen y obtienen a través de su lectura la guía, el perdón y la misericordia de Allâh. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

El Ihsân, la excelencia

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Allâh Subhânahû wa Ta‘âlâ dice en el Sagrado Qurân: “El día en que cada uno encuentre ante sí el bien y el mal que haya hecho, deseará que, de este último, le separe una gran distancia. Allâh os advierte que tengáis cuidado con Él. Allâh es Clemente y Misericordioso con los siervos. Di: Si amáis a Allâh, seguidme, que Allâh os amará y perdonará vuestras faltas. Allâh es Perdonador y Compasivo” [Sûrah Ali ‘Imrân (3), âyât 30 y 31].

Dice también: “Tu Señor ha ordenado que sólo Lo adoréis a Él y que hagáis el bien con los padres. Y si a alguno de ellos, o a los dos juntos, les llega la vejez junto a ti, no les digas “uff” ni los rechaces, sino que háblales con buenas palabras. Baja sobre ellos el ala de la humildad que viene de la misericordia y di: ¡Señor mío! Ten piedad de ellos, al igual que ellos me criaron cuando era pequeño” [Sûrah Al-Isrâ (17), âyât  23 y 24].

Dijo nuestro querido Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “El Ihsân, es que adores a Allâh como si lo vieras, porque si tu no lo ves, Él sí te ve”.

Respetados hermanos y hermanas, la Jutbah de hoy trata acerca del Ihsân. Esta es una palabra árabe que en la terminología islámica tiene un gran significado. Su significado es hacer bien las cosas, o embellecer las acciones, pero en el Islam tiene un significado mucho más amplio, que hace que el Ihsân sea el objetivo anhelado por cada musulmán y cada musulmana.

El significado de ihsân es explicado por el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) en persona, en el extenso hadîth conocido como “El hadîth de Ÿibrîl”, que narra la ocasión en la que Ÿibrîl (‘alaihis-salam) se presentó ante Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) con aspecto humano y le preguntó acerca de varios conceptos, para que los sahâbah (radiallâhu ‘anhum) que se encontraban presentes en la reunión los aprendieran. Una de las preguntas que hizo Ÿibrîl (‘alaihis-salam) en esa ocasión fue: “Infórmame acerca del Ihsân ¿Qué es?”, en respuesta, Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “El Ihsân, es que adores a Allâh como si lo vieras, porque si tu no lo ves, Él sí te ve”.

Por lo tanto, el Ihsân se podría definir como, hacer cada acción con la conciencia de que Allâh me está viendo, tener a Allâh presente en todo momento. Evidentemente, cuando existe esa sensación, el musulmán intentará cumplir con cada acción de la mejor manera, y se alejará de todo aquello que pueda conducir a la ira de Allâh.

El Ihsân se requiere en varias áreas, como: En la relación del siervo con su Señor. Esto quiere decir que el musulmán debe esforzarse para llevar todos sus actos de adoración al más alto nivel de perfección, su oración, haciéndola con concentración y devoción, y realizándola con todas sus etiquetas. Su caridad debe ser de sus riquezas más preciadas, de corazón y con agradecimiento a Allâh por haber hecho su mano una mano que da y no una que recibe. Así con los demás actos de adoración.

Luego debe existir Ihsân en la relación del siervo con el resto de la creación, primero con sus padres. Dice Allâh en el Qurân: “Tu Señor ha ordenado que sólo Lo adoréis a Él y que hagáis el bien con los padres. Y si a alguno de ellos, o a los dos juntos, les llega la vejez junto a ti, no les digas “uff” ni los rechaces, sino que háblales con buenas palabras. Baja sobre ellos el ala de la humildad que viene de la misericordia y di: ¡Señor mío! Ten piedad de ellos, al igual que ellos me criaron cuando era pequeño” [Sûrah Al-Isrâ (17), âyât  23 y 24]. Después de sus padres, con el resto de su familia, después con los huérfanos, los necesitados, las viudas, y finalmente con todas las demás personas.

El musulmán debe observar el Ihsân en su relación con todo lo que le rodea de la creación de Allâh como animales, plantas etc.

El musulmán debe observar el Ihsân en sus transacciones, en la compra, en la venta, a la hora de regalar algo, y en toda interacción con las demás personas.

Ahora que estamos en el mes de Sha’bân, es una gran oportunidad para recordar la importancia del Ihsân. Estamos todos ansiosos por la llegada del Bendito Mes de Ramadân y todos tenemos la intención de aprovechar sus valiosos días y sus benditas noches de la mejor manera. Si intentamos aplicar el Ihsân en cada una de nuestras acciones, estaremos cerca de cumplir con ese objetivo.

Dijo el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Allâh ha prescrito el Ihsân en todas las cosas”.

Rogamos a Allâh que nos ayude a poner en práctica lo que hemos oído en esta Jutbah, y nos permita adoptar el Ihsân en todos los aspectos de nuestra vida. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

Sha’bân, el mes en que las obras son presentadas a Allâh

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

El mes de Sha’bân es el octavo mes del Calendario Islámico; se encuentra entre Raÿab y Ramadân, un mes en donde las acciones del hombre son presentadas ante Allâh; un mes en donde nos preparamos para la llegada del mes de Ramadân, pero desafortunadamente olvidamos sus beneficios.

El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Raÿab es el Mes de Allâh, Sha’bân es mi mes y Ramadân es el mes de mi Ummah”. Entonces conozcamos cuál fue la práctica de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) en este bendito mes:

‘Aîshah (radiallâhu ‘anha) narró: “El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) algunas veces podía comenzar a ayunar constantemente hasta que pensábamos que no dejaría de hacerlo; y otras veces dejaba de ayunar de tal forma que pensábamos que nunca ayunaría. Nunca vi al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ayunando un mes completo, excepto el mes de Ramadân, y nunca lo he visto ayunando en un mes más frecuentemente que el ayuno que hizo en el mes de Sha’bân”. En otra narración, ella dijo: “Yo nunca vi al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ayunando en un mes tan profusamente como lo hizo en el mes de Sha’bân. El solía ayunar en ese mes dejando solamente algunos días, más bien, él solía ayunar casi el mes completo”.

Usamah Ibn Zaid (radiallâhu ‘anhu) dijo: “Dije: “¡Oh Mensajero de Allâh! Yo no te veo ayunar en otro mes como ayunas en Sha’bân” Él (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Este es un mes al cual las personas no prestan atención, está entre Raÿab y Ramadân, y es un mes en el que las obras son elevadas al Señor de los Mundos. Me gusta que mis acciones sean elevadas cuando estoy ayunando”.

Abû Hurairah (radiallâhu ‘anhu) narró que el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Quien ayuna un día buscando la complacencia de Allâh, entre él y Ÿahannam habrá una distancia de setenta años”.

Abû Hurairah (radiallâhu ‘anhu) narró que el Enviado de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Apresuraos a obrar bien pues se avecinan grandes pruebas que serán como una oscura noche. La persona amanecerá creyente y finalizará el día incrédulo; comenzará la noche creyente y amanecerá incrédula. Algunos venderán su religión por algún beneficio mundanal”.

Por eso hermanos y hermanas, tenemos que aprovechar esta vida mundanal para inculcar en nuestras vidas buenas obras, porque hoy es el momento de obrar el bien porque mañana deberemos rendir cuentas, y ya no habrá posibilidad de obrar el bien.

Mu‘adh Ibnu Ÿabal (radiallâhu ‘anhu) narró: “Dije: ¡Oh, Mensajero de Allâh! ¿Qué obra me lleva al Paraíso y me aleja del Fuego? Dijo Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Has preguntado una cosa que es fácil para aquel a quien Allâh lo facilita: Adorar a Allâh sin asociarle nada, observar la oración, pagar el zakâh, ayunar el Ramadân y peregrinar a la Casa”. Luego dijo (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “¿Quieres que te enseñe las puertas de la bondad? El ayuno es protección y la caridad apaga las faltas tal como el agua apaga el fuego, y también la oración del hombre en el seno de la noche”. Después recitó: “Se levantan de sus lechos para invocar a su Señor con temor y anhelo (de Su respuesta), y dan en caridad parte de lo que les he proveído” [Sûrah As-Saÿdah (32), âyah 16]. Luego dijo: “¿Quieres que te cuente qué es la cabeza del asunto, su pilar y su cúspide?”. Dije: “Por supuesto, Mensajero de Allâh”. Dijo (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “La cabeza del asunto es el Islam, su pilar es la oración y su cúspide es la lucha por la causa de Allâh”. Después dijo: “¿No quieres que te informe de la base de todo esto?”. Dije: “Por supuesto, Mensajero de Allâh”. Entonces dijo (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “¡Controla esto…!”, mientras tomaba su lengua con sus dedos. Dije: “¡Oh, Profeta de Allâh! ¿Seremos reprochados por lo que hablamos?”. Dijo (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Que tu madre se prive de ti ¡Oh, Mu‘adh! ¿Acaso otra cosa vuelva a la gente de cara al fuego sino lo que sus lenguas cosechan?”. [At-Tirmîdhî].

Dice Allâh en el Qurân: “Allâh les tiene reservado Su perdón y una gran recompensa a los musulmanes y las musulmanas, a los creyentes y las creyentes, a los piadosos y las piadosas, a los justos y las justas, a los pacientes y las pacientes, a los humildes y las humildes, a los que hacen caridades y a las que hacen caridades, a los que ayunan y las que ayunan, a los pudorosos y las pudorosas, a los que recuerdan frecuentemente a Allâh y a las que recuerdan frecuentemente a Allâh” [Sûrah Al-Ahzâb (33), âyah 35].

Se narra que Abû Dhar (radiallâhu ‘anhu) se paró en frente de la Ka’bah y dijo a sus compañeros: “Si ustedes quieren hacer un viaje ¿harán los correspondientes arreglos para la provisión que han de llevar?”. Los compañeros dijeron que si, entonces él dijo: “¿Qué hay entonces acerca del viaje al Âjirah (la otra vida), que es mucho más largo?”, los compañeros dijeron: “infórmanos acerca de la provisión que hemos de llevar”, él dijo: “Realicen el Haÿÿ para facilitar sus dificultades, hagan dos raka‘ât de salâh en la oscuridad de la noche para estar a salvo de la oscuridad de la tumba, ayunen en un día caluroso para estar a salvo de la angustia del Día del Qiyâmah”.

Sahl Ibn Sa’d (radiallâhu ‘anhu) narró que el ángel Ÿibrîl (‘alaihis-salam) se presentó ante el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y le dijo: “¡Oh, Muhammad! Vive mientras tengas vida y no olvides que un día morirás. Ama a quien quieras y ten presente que un día lo abandonarás. Obra como te plazca y sabe que un día serás juzgado”. Y luego agregó: “¡Oh, Muhammad! Levantarse a orar por las noches conforma la grandeza del musulmán y prescindir de pedir a la gente enaltece su dignidad”. Este grandioso hadîth reúne valiosas recomendaciones hechas por Ÿibrîl (‘alaihis-salam), por lo que es importante detenernos a reflexionar en sus palabras. También dice Allâh Altísimo: “Dormían poco por las noches, pedían perdón a Allâh antes del despuntar del alba” [Sûrah Adh-Dhâriât (51), âyât 17 y 18].

Respetados hermanos y hermanas, Sha’bân es el mes en que nuestras acciones son presentadas en frente de Allâh, debemos aprovechar la oportunidad sobresaliendo en las buenas acciones como los son el Dhikr, la lectura del Qurân, dar sâdaqah o incluso una buena palabra que llene de alegría el corazón de tu hermano. De esa forma podremos cosechar de sus beneficios en este mundo y la otra vida.

Roguemos a Allâh para que nos conceda el don de entender y aprender de estas invaluables lecciones. Amîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

La importancia y virtud del mes de Sha’bân

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Allah Altísimo dice en el Sagrado Qurân: “¡Vosotros que creéis!: Inclinaos y postraos, adorad a vuestro Señor y haced el bien para que así podáis tener éxito” [Sûrah Al-Haÿÿ (22), âyah 77]. Dice también: “Y cuando Mis siervos te pregunten sobre Mí… Yo estoy cerca y respondo al ruego del que pide, cuando Me pide; así pues, que ellos Me respondan y crean en Mí, ¡ojalá se guíen rectamente!” [Sûrah Al-Baqarah (2), âyah 186].

Hermanos y hermanas, en la Jutbah de hoy hablaremos sobre el mes de Sha’bân y las obras que podemos hacer para sacar el mayor provecho de este, para prepararnos para el bendito mes de Ramadân, que le sigue.

Estamos a las puertas del mes de Sha’bân, por eso debemos organizarnos con una planificación completa, teniendo presente que este mes no es de los cuatro meses benditos, pero es un mes que esta entre Raÿab –que es el mes de Allâh– y Ramadân, el mes que Allâh escogió para descender Su Qurân. El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), por su parte, siempre hacia ‘ibâdât (actos de adoración) a Allâh, pero aumentaba su ‘ibâdah en el mes de Sha’bân, tanto, que dijo sobre él (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) que no ayunaba más en un mes como ayunaba en el mes de  Sha’bân. Es un mes en el que se aconseja incrementar las obras de bien, aumentar el ayuno voluntario y dar caridad de manera generosa.

‘Aîshah (radiallâhu ‘anha) narró: “El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) algunas veces podía comenzar a ayunar constantemente hasta que pensábamos que no dejaría de hacerlo; y otras veces dejaba de ayunar de tal forma que pensábamos que nunca ayunaría. Nunca vi al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ayunando un mes completo, excepto el mes de Ramadân, y nunca lo he visto ayunando en un mes más frecuentemente que el ayuno que hizo en el mes de Sha’bân”. En otra narración, ella dijo: “Yo nunca vi al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ayunando en un mes tan profusamente como lo hizo en el mes de Sha’bân. El solía ayunar en ese mes dejando solamente algunos días, más bien, él solía ayunar casi el mes completo”.

Por nuestra parte, debemos intentar ayunar, aunque sea algunos días de Sha’bân, preferiblemente en la primera mitad del mes, evitando ayunar en los últimos días. esto nos servirá, en primer lugar, para cumplir con esta Sunnah, y, en segundo lugar, para habituarnos al ayuno y estar más preparados para el ayuno obligatorio del mes de Ramadân.

El mes de Sha’bân es una ocasión importante para dar limosna a los necesitados, y para hacer todo tipo de obras de caridad de acuerdo con las capacidades de cada uno. Esto nos acercará a Allâh Altísimo, será medio de alejarnos de Su ira, y servirá de ayuda a los necesitados para cumplir de mejor manera con el mes de Ramadân.

En el mes de Sha’bân, debemos aumentar la recitación del Sagrado Quran. Este mes era conocido por los primeros musulmanes como el mes de los recitadores, porque al comenzar el mes, empezaban a leer el Qurân mucho más que en el resto del año, en preparación para Ramadân, el mes del Qurân.

Esta es entonces, la manera de aprovechar los auspiciosos días que están por llegar, y el hecho de la cercanía de Ramadân no debería desviar nuestra atención de este importante mes.

Usamah Bin Zaid (radiallâhu ‘anhu), quien era de las personas más amadas por el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), narró que preguntó al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “¿Por qué ayunas en el mes de Sha’bân más de lo que ayunas en los otros meses?” Él contestó: “Este es un mes cuya importancia pasa desapercibida por la gente, al estar entre dos meses tan importantes como lo son Rayab y Ramadân. Este es un mes donde las acciones son presentadas ante Allâh, y me gustaría que mis acciones fueran elevadas hacia Él mientras yo esté en ayuno”.

Por todo esto, es importante que nos esforcemos en este mes en aumentar nuestras buenas obras, recordando que es también una buena instancia para elevar nuestros ruegos a Allâh, especialmente en estos tiempos difíciles.

Aprovechemos de rogar a Allâh por la consecución de nuestros objetivos, roguémosle por una buena salud, por un sustento lícito abundante y lleno de bendiciones, roguemos a Allâh por Su misericordia y Su perdón, roguémosle por nuestros hermanos que están en dificultades en distintas partes del mundo.

Por último, rogamos a Allâh que nos ayude a aprovechar este mes de la mejor manera, y que nos permita prepararnos para la llegada de Ramadân de tal manera, que podamos sacar el mejor provecho de él. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

Todo asunto encierra un bien para el creyente

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Como humanos no sabemos ni siquiera lo que ocurre con nosotros mismos, pero nada está oculto para Allâh, por eso que todo el tiempo se nos alienta a estar conscientes de Allâh. Dice Allâh en el Sagrado Qurân: “Él tiene las llaves del No-Visto Y sólo Él lo conoce; y sabe lo que hay en la tierra y en el mar. No cae una sola hoja sin que Él no lo sepa, ni hay semilla en la profundidad de la tierra, ni nada húmedo o seco que no esté en un libro claro” [Sûrah Al-An‘âm (6), âyah 59].

Dice también Allâh: “Puede que os disguste algo que sea un bien para vosotros y que améis algo que es un mal. Allâh sabe y vosotros no sabéis” [Sûrah Al-Baqarah (2), âyah 216].

El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “El que probará la dulzura del Imân, es aquel quien está complacido con Allâh como su Señor, el Islam como su Dîn y Muhammad como su Mensajero y Profeta”.

Hermanos y hermanas, la satisfacción en lo que Allâh elige para Su siervo son unas de las cosas que suscitan la tranquilidad interior y arraigan el Imán en el corazón.

La satisfacción es la puerta suprema de Allâh, el jardín de esta vida, el lugar de descanso de los adoradores y la frescura de ojos de los que tienen anhelo. No hay que tomar como criterio aquellas cosas cuya atracción, amor, repulsión u odio perjudican o benefician, sino que hay que tomar como criterio lo que Allâh ha elegido para Su siervo a través de Su comando y de Su prohibición, porque Él tiene más conocimiento que el siervo, tiene más misericordia que su madre que le dio a la luz.

Si una situación alcanza el nivel crítico, debemos saber que luego llegará la luz y se abrirá una salida. Allâh dice: “Quien teme a Allâh, Él le dará facilidad en lo suyo” [Sûrah At-Talâq (65), âyah 4]. Sé positivo y espera lo mejor, ya que Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) transmitió estas palabras de Allâh en un Hadîth Qudsî  (dicho Sagrado de Allâh): “Soy con Mi siervo como él piensa de Mí”. El Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo también: “Ten en mente que el éxito se alcanza con la paciencia y el alivio llega después de la dificultad”. No te deprimas, porque tienes a tu Señor, quien dio solución a tus asuntos ayer y te las dará de igual manera mañana.

Ibn ‘Abbâs (radiallâhu ‘anhu) perdió la vista, pero encontró alivio al pronunciar las siguientes palabras: “Si Allâh me quita la luz de mis ojos, mi corazón permanecerá iluminado, mi corazón entiende y mi mente no es perversa, y mi lengua es como el filo de una espada sin desenfundar”. Se consoló a sí mismo recordando los innumerables favores de Allâh que aún le quedaban habiendo perdido sólo uno de ellos.

En un solo día ‘Uruah Ibn Az-Zubair (radiallâhu ‘anhu) perdió una de sus piernas y se enteró que su hijo había muerto. Esta fue su reacción: “¡Oh Allâh! A Ti pertenecen todas las alabanzas. Si lo has quitado, también me lo has dado. Y si me has puesto a prueba con estas dificultades, también me has salvado y cuidado. Me has dado cuatro extremidades, más sólo te has llevado una. Me has bendecido con cuatro hijos más sólo te has llevado uno”.

Allâh les retribuirá por haber tenido paciencia, como señala en el Sagrado Qurân: “Su recompensa por haber tenido paciencia es un jardín y seda” [Sûrah Al-Insân (76), âyah 12]. Dice también Allâh en otro Hadîth Qudsî: “¡Oh, hijo de Âdam! No tengas miedo de Mi reino mientras Yo sea el Rey, (Mi reino) nunca disminuirá, por eso recuerda que mientras me pidas, con toda seguridad recibirás. Si te vuelven hacia cualquiera, esto será para ti una gran pérdida. ¡Oh, hijo de Âdam! Te he creado para Mi adoración, por eso, no juegues, Yo he decidido tu sustento, no te agotes; si es mucho, no te alegres; y si es poco, no te entristezcas”.

Si estás atravesando momentos de angustia y dolor, recuerda a Allâh, invoca Su nombre y pídele ayuda. Coloca tu frente en el suelo y alábalo para obtener así la verdadera libertad. Eleva tus manos mientras realizas la súplica, y pídele constantemente. Póstrate frente a Su puerta, ten buenos pensamientos sobre Él y espera Su ayuda. Entonces encontrarás la felicidad y el éxito verdaderos. Si ves que la cuerda se tensa cada vez más, sabe que se cortará

Luego de las lágrimas llegará la sonrisa, el miedo será reemplazado con el bienestar y la serenidad se apoderará de la ansiedad. Mûsâ (‘alaihis-salam) no se ahogó en el Mar, porque pronunció firmemente con confianza y fortaleza: “No, mi Señor está conmigo y Él me guiará” [Sûrah Ash-Shu‘arâ (26), âyah 62].

Abû Yahia Suhaib Ibn Sinan (radiallâhu ‘anhu) narró que el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “¡Es admirable el caso del creyente! Todo asunto encierra un bien para él y esto no ocurre con otro que no sea creyente. Pues, si le llega la facilidad y es agradecido con Allâh, hay un bien para él. Y si tiene paciencia ante la dificultad, también consigue un bien para él”.

Todo lo que Allâh decreta para el musulmán es bien. No hay dificultad que no desaparezca, y no hay tristeza a la que no sigua la felicidad; junto a la dificultad hay facilidad; y no predomina una dificultad por encima de dos facilidades. No hay tristeza ni felicidad que perduren y no hay flaqueza ni miseria que perduren. Allâh no toma de Su siervo sino para darle y no le prohíbe algo sino para recompensarlo con algo mejor.

Umm Salamah (radiallâhu ‘anhâ) narró: “Escuché al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) decir: “Si cuando a un musulmán le sucede una desgracia, dice lo que Allâh le ordenó: “Ciertamente pertenecemos a Allâh y ciertamente a El regresaremos ¡Oh, Allâh recompénsame por mi desgracia y dame en su lugar algo mejor” Allâh le dará algo mejor en su lugar!”. Cuando murió Abû Salamah (radiallâhu ‘anhu) dije: “¿Qué musulmán es mejor que Abû Salamah? Su familia fue la primera en emigrar con el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)”. Luego dije las palabras (que Allâh ordenó), entonces Allâh me dio en su lugar al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) como esposo”.

El Imâm Ahmad (rahmatullâhi ‘alaihi), durante la agonía, señalaba su barba mientras los demás le realizaban la ablución, recordándoles que no dejaran ni un lugar de su cuerpo sin purificar. Dice Allâh: “Y Allâh les dio la recompensa de esta vida y la hermosa recompensa de la Última. Allâh ama a los que hacen el bien” [Sûrah Ali ‘Imrân (3), âyah 148].

El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “No se preocupen de aquellos que están sobre ustedes en relación con su riqueza, sino que mejor aún preocúpense de aquellos que están bajo ustedes, porque ciertamente cuando el hombre se preocupa de aquel que está sobre sí en cuanto a riqueza, empequeñece los bienes que posee, pero si el hombre se preocupa de aquellos que están bajo él económicamente, entonces apreciará aquello que posee y dará las gracias a Allâh por sus bendiciones”.

Quiera Allâh darnos el Taufîq de entender estas enseñanzas y poder practicarlas. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

El Viaje Nocturno y la Ascención

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Hoy vamos a recordar uno de los momentos más milagrosos e importantes en la vida de nuestro querido Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), que es, Al-Isrâ wal-Mi’râÿ, es decir, el Viaje Nocturno y la Ascensión.

Dice Allâh en el Sagrado Qurân: “(Juro) por la estrella cuando desaparece que su compañero no se ha extraviado ni está en un error, ni habla de acuerdo a sus pasiones. Él solo trasmite lo que le ha sido revelado. Aquello que le enseñó el dotado de poder y fortaleza, cuando se le presentó en su forma verdadera en lo más elevado del horizonte, y luego descendió y se acercó a él, hasta una distancia de dos arcos o menos aún. Entonces (Allâh) le inspiró a Su siervo la revelación. El corazón no desmintió lo que había visto” [Sûrah Al-Naÿm (53), âyah 1 a 11].

Estamos en el mes de Raÿab, el mes en el que los musulmanes recordamos la noche cuando el Querido de Allâh, el Profeta Muhammad (sallallâhu alaihi wa sallam) fue elevado a los cielos.

El décimo año de la profecía, falleció Abû Tâlib, y un poco tiempo después fallece Jadiÿah (radiallâhu ‘anhâ). La muerte de estas dos importantes personas fue muy fuerte para el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), al punto que ese año es conocido, hasta ahora, como “el año de la tristeza”. Después del fallecimiento de Abû Tâlib aumentaron las molestias de Quraish hacia el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Cuando las agresiones de los asociadores fueron incontrolables, Allâh decidió llevar al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) al “Viaje Nocturno” con el fin de aumentar su ánimo y su fuerza y concederle el mejor regalo, la oración. Este acontecimiento de la vida de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) es conocido como Al-Isrâ wal-Mi’raÿ.

Este acontecimiento es narrado de la siguiente forma:

Una noche, descendió el ángel Ÿibrîl (‘alaihis-salam) junto con Al-Burâq, una criatura similar a un caballo alado, preparada con su montura, entonces juntos empezaron el viaje hacia los cielos. Allâh mostró a al Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) muchas cosas en este viaje, por ejemplo, pasaron por un grupo de gente a quienes unos ángeles rompían sus cabezas con grandes piedras; cada vez que lo hacían, las cabezas volvían a formarse y así los ángeles repetían el castigo una y otra vez. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) preguntó a Ÿibrîl (‘alaihis-salam) acerca de quiénes eran estas personas, el ángel respondió: “Son la gente que sentía demasiado pesada realizar su oración obligatoria”, es decir que eran negligentes con su oración.

Pasaron cerca de un grupo de gente que tenían para comer carne fresca, pura, limpia y preparada, pero preferían comer carne podrida, impura y con mal olor, entonces el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) preguntó a Ÿibrîl (‘alaihis-salam) acerca de quiénes eran estas personas, el ángel respondió: “Son la gente que tenían esposos o esposas lícitas, pero igual preferían tener relaciones ilícitas con otros”. Estos son los fornicadores.

Después pasaron cerca de un grupo de gente que tenían uñas de cobre con las que se rascaban su cara y pechos causándose grandes y profundas heridas. El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) preguntó a Ÿibrîl (‘alaihis-salam) acerca de quiénes eran estas personas, el ángel respondió: “Son los que murmuraban y siempre buscaban las faltas en los demás”.

Entonces continuaron el viaje hasta que llegaron a Baitul-Maqdis en Jerusalén, se detuvieron allí y cada uno de ellos realizó dos raka‘ât de oración. Luego de un instante un gran número de gente se reunió allí, se escuchó el Adhân (el llamado a la oración) y se prepararon para el salâh; los que estaban allí reunidos se preguntaron quién sería el imâm en la oración, entonces Ÿibrîl tomó la mano del Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y lo adelantó para que dirija la oración y Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) hizo dos raka‘ât. Después de terminar su salâh, Ÿibrîl (‘alaihis-salam) preguntó: “¡Oh, Muhammad! ¿Sabes quienes estaban detrás de ti (en la oración)?”, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo no saber y el ángel dijo: “Detrás de ti estaba cada mensajero enviado por Allâh”.

A continuación, comenzó el ascenso hacia los cielos que es conocido como Al-Mi’raÿ, junto con Ÿibrîl (‘alaihis-salam). Llegaron hacia el primer cielo, en donde Ÿibrîl pidió permiso para entrar y fue preguntado: “¿Quién está contigo?” Dijo: “Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)”. Entonces fue dicho: “¿Acaso ha sido enviado?” Dijo: “Ha sido enviado” Entonces fue dicho: “Sean bienvenidos, especialmente a Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), que Allâh lo mantenga siempre feliz por ser el mejor hermano, el mejor jalifa de Allâh y el mejor compañero” Cuando entraron al primer cielo vieron a Âdam (‘alaihis-salam) en la forma que Allâh lo creó. En frente de Âdam fueron presentados sus hijos: cuando eran las almas de sus hijos musulmanes Âdam decía: “Alma pura y vida pura. Háganlo entrar en el Ÿannah. El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) preguntó, quien era aquella persona y quienes eran esas personas. Ÿibrîl (‘alaihis-salam) dijo: “Ese es tu padre Âdam (‘alaihis-salam). Acércate y salúdalo” Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) lo saludó y Âdam respondió: “Bienvenido hijo de una persona piadosa, de un profeta piadoso”.

Ascendieron hacia el segundo cielo, allá se encontraron con los Profetas ‘Îsa y Yahia –Jesús y Juan Bautista– (‘alaihimus-salam). Ascendieron al tercer cielo y allá se encontró con el Profeta Yûsuf (‘alaihis-salam). En el cuarto cielo se encontró con el Profeta Idrîs (‘alaihis-salam), en el quinto cielo con el Profeta Harûn (‘alaihis-salam). En el sexto cielo con el Profeta Mûsâ (‘alaihis-salam) y en el séptimo cielo con el Profeta Ibrâhîm (‘alaihis-salam). El Profeta Ibrâhîm (‘alaihis-salam) saludó al Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y le dio la bienvenida diciendo: “¡Marhabah, marhabah! Di a tu Ummah que el Ÿannah es un lugar puro, de tierras con aguas frescas y diles que las semillas de esta tierra son: Subhânallâh, Al-Hamdulillâh, Allâhu Akbar (glorificado sea Allâh, las alabanzas son para Allâh, Allâh es Grande)”. Diría después Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Ciertamente (decir) Lâ haula wa lâ qûwatah illa billâh (no hay fuerza ni poder sino de Allâh), es un tesoro del Paraíso”.

Entraron en Baitul-Ma’mur que es el equivalente a la Ka’bah en los cielos. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) hizo su oración y después fue llevado hacia As-Sidratul-Muntahâ allá vieron un árbol que solo una de sus hojas casi cubría toda esta Ummah. En cada hoja hay un ángel y el color y belleza de este árbol, nadie puede describir. Después el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) entró en el Ÿannah donde hay cosas que ningún ojo jamás ha visto, ningún oído ha escuchado y ninguna mente ha imaginado. También vio un hombre que estaba cubierto de la luz que venía del Trono de Allâh, pregunto el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) acerca de quién era esta persona, si era acaso un ángel o un Profeta, Ÿibrîl (‘alaihis-salam) dijo: “No. Esta era una persona de este mundo que su lengua siempre estaba ocupada con el recuerdo de Allâh y su corazón siempre estaba pendiente de las mezquitas, siempre respetaba a sus padres y nunca fue el medio para que alguien maldiga a sus padres”.

Continuaron hasta llegar a un punto desde cual Ÿibrîl (‘alaihis-salam) no podía seguir avanzando; dijo al Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Aquí debemos separarnos, porque no puedo ir más allá de esta posición que es sólo para ti. Si yo me muevo una pulgada más allá, arderá con la Luz de Allâh, pero si tú te mueves, te acercarás más hacia Allâh. Esta posición es exclusiva para ti”. Así, en ese momento, Allâh decidió bendecir al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) con el regalo del salâh. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) al respecto diría después: “El salâh es un pilar del Dîn: quien lo mantenga, mantiene el Dîn y quien lo rechaza, rechaza el Dîn”. En este punto de su bendito viaje el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) alabó a Allâh con las siguientes palabras: “At-tahiyatu lillâh wassalawâtu wattaiyibât (los saludos son para Allâh, así como las bendiciones y las cosas buenas)”. Allâh Altísimo respondió: “As-salamu ‘alaika âiyuhân-nabîyu wa rahmatullâhi wa barakatuh (la paz sea contigo ¡Oh Profeta!, así como la Misericordia de Allâh y Su bendición)”. En este punto nuestro querido Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) no olvido a su Ummah y respondió a Allâh diciendo: “As-salamu ‘alaina wa ‘ala ‘ibadillâhi as-salihîn (la paz sea con nosotros y con los virtuosos siervos de Allâh)”. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) nunca restringió el Salam para sí mismo, sino que más bien lo extendió para todos los piadosos de su Ummah y por ello es llamado: misericordia para la humanidad.

Hermanos y hermanas, son muchas las lecciones que podemos aprender de este milagroso evento y la primera de ellas es el gran estatus del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) al ser invitado por el Señor de la creación a presentarse ante Su Divina presencia, para concederle a él y su Ummah el regalo de las cinco oraciones diarias.

Roguemos a Allâh para que nos dé la capacidad de aprender más de estas importantes lecciones para poder propagarlas y practicarlas. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

La pureza del corazón

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Dice Allah Altísimo en el Sagrado Qurân: “Los creyentes son aquéllos que cuando se recuerda a Allah, se les estremece el corazón y que cuando se les recitan Sus signos les aumenta la creencia y en Su Señor se confían” [Sûrah Al-Anfâl (8), âyah 2].

Dice también Allâh: “Y no me entristezcas el día en que sean devueltos a la vida. El día en que ni la riqueza ni los hijos servirán de nada. Sólo quien venga a Allah con un corazón limpio” [Sûrah Ash-Shu‘ârâ (26), âyât 87 a 89].

Anas (radiallâhu ‘anhu) narró que el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) solía repetir mucho: “Yâ Muqallibal-qulûb, thabbit qalbî ‘alâ Dînik” (¡Oh, Cambiador de corazones, ¡haz que mi corazón se afirme en Tu Dîn!). [Tirmîdhî].

Hermanos y hermanas, hemos hablado las últimas dos semanas sobre las acciones del corazón, así como también de las enfermedades que pueden aquejarle, entonces hoy hablaremos sobre la importancia de mantener los corazones sanos y limpios hasta el momento de encontrarnos con nuestro Señor.

Allâh nos informó en Su Libro que el Día del Juicio encontrarán la salvación aquellos cuyo corazón está sano de toda duda y de todo mal. Dice Allâh: “El día en que ni la riqueza ni los hijos servirán de nada. Sólo quien venga a Allah con un corazón limpio” [Sûrah Ash-Shu‘ârâ (26), âyât 88 y 89].

El corazón sano es aquel que está lleno de Amor por Allah, está sometido a Su voluntad, satisfecho con el decreto de su Señor, se esfuerza por apegarse a Sus mandatos y alejarse de Sus límites. El corazón puro es aquel que está lleno de amor por el Mensajero de Allâh, Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), se aferra con fuerza a su Sunnah y trabaja para seguir su ejemplo. El corazón sano es aquel que se afecta con las Palabras de su Señor y se afectan con él los miembros del cuerpo.

Dice Allâh describiendo a los creyentes poseedores de un corazón sano y puro: Los creyentes son aquéllos que cuando se recuerda a Allah, se les estremece el corazón y que cuando se les recitan Sus signos les aumenta la creencia y en Su Señor se confían” [Sûrah Al-Anfâl (8), âyah 2].

Hermanos y hermanas, el corazón es como el rey del cuerpo, y el resto de los miembros y órganos son como sus súbditos. Si el corazón los dirige hacia el bien, ellos lo siguen, y si los dirige hacia el mal, todo su cuerpo se dirigirá hacia esa dirección.

Dada la importancia de esto, es que nuestro Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) nos enseñó, a través de palabras y acciones, a pedirle a Allâh que mantenga nuestro corazón siempre en buen estado, para que nuestra vida, nuestra muerte y nuestra resurrección sean con un corazón sano. ‘‘ishah y Anas Bin Malik (radiallâhu ‘anhumâ) narraron que el Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) solía decir: “¡Oh, Cambiador de corazones, ¡haz que mi corazón se afirme en Tu Dîn!”. Cuando fue preguntado acerca de la razón de repetir esas palabras con tanta frecuencia, contestó que Allâh mueve los corazones de sus siervos, por lo que nos enseñó a pedir a Allah que mantenga nuestros corazones firmes sobre el Camino Recto, sanos y purificados de cualquier mal.

Rogamos a Allâh que guíe nuestros corazones hacia el bien en todo momento, y que mantenga nuestros corazones firmes en el cumplimiento de Sus órdenes y en el camino que nos marcó nuestro Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

Los males del corazón

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Respetados hermanos y hermanas, dice Allah Altísimo en el Sagrado Qurân: “¡Hombres! Os ha llegado una exhortación de vuestro Señor, una cura para lo que hay en los pechos y una guía y una misericordia para los creyentes” [Sûrah Yûnus (10), âyah 57].

También dice Allâh: “Y con el Qurân hacemos descender una cura y una misericordia para los creyentes, sin embargo, los injustos no hacen sino aumentar su perdición” [Sûrah Al-Isrâ (17), âyah 82].

En la Jutbah anterior hablamos de las obras del corazón y su efecto positivo en nuestro actuar con las extremidades; Hoy hablaremos acerca de las enfermedades y los males que atacan al corazón, y su efecto negativo sobre el resto de nuestras acciones.

El corazón se ilumina y se purifica por efecto de las buenas obras como el salâh, el recuerdo de Allah, el arrepentimiento, la recitación del sagrado Qurân, la veracidad, etc. y se oscurece y ensucia a través de las malas acciones como la mentira, la soberbia, la vanidad, la envidia, etc.

Nuestro amado Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo que cada vez que una persona cae en la tentación y comete una falta, aparece en su corazón una mancha negra, que persiste mientras no haya arrepentimiento. Cuando el siervo continúa cometiendo faltas y no se arrepiente por ellas, su corazón se va manchando de la misma manera hasta llegar a quedar completamente oscurecido. Dice Allâh: “¡Pero no! Lo que han adquirido se ha apoderado de sus corazones” [Sûrah Al-Mutaf-fifîn (83), âyah 14].

Por el contrario, cuando la persona se habitúa al cumplimiento de buenas obras, se aleja de las faltas y se arrepiente inmediatamente si es que comete alguna, el corazón se va iluminando y aclarando hasta quedar completamente claro y puro.

Tal como la acción más importante de las obras del corazón es la sinceridad en las palabras y obras, el más peligroso de los males para el corazón es la falta de sinceridad, o hacer las obras por ostentación o para alcanzar aprobación y alabanza de nuestros semejantes. La falta de sinceridad convierte buenas acciones en malas y cambia la recompensa por castigo.

Otra de las enfermedades peligrosas que atacan al corazón es el rencor y el odio en contra de las demás personas, así como tener malos pensamientos acerca de los demás. por esta enfermedad es que nacen después los conflictos, surge la envidia entre las personas y ocurren las traiciones.

Allah elogió en su libro sagrado a las personas que purifican sus corazones del odio y de los malos pensamientos hacia los demás, dice: “Y los que han venido después de ellos dicen: ¡Señor nuestro! Perdónanos a nosotros y a nuestros hermanos que nos precedieron en creer y no pongas en nuestros corazones ningún rencor hacia los que creen. ¡Señor nuestro! Realmente Tú eres Clemente y Compasivo” [Sûrah Al-Hashr (59), âyah 10].

Otro de los males del corazón es la distracción y la despreocupación con relación a los Derechos de Allah. Cuando el corazón se ve afectado por este mal, se dificulta la realización de todo acto de adoración y obediencia a Allah. Dice Allah: “… ni obedezcas a aquel del que hemos hecho que su corazón esté descuidado de Nuestro recuerdo; sigue su pasión y su asunto es pérdida” [Sûrah Al-Kahf (18), âyah 28].

Hermanos y hermanas, el malestar del corazón tiene motivos que cada musulmán y cada musulmana deben hacer el mejor esfuerzo para evitar. Quien los evita se habrá salvado de grandes problemas, pero quien cae en ellos arriesga mucho en esta vida y en la otra.

Entre esos motivos está el abandonarse a las pasiones, y desviarse de la verdad después de haberla reconocido. dice Allah Altísimo: “Y cuando se apartaron, Allah apartó sus corazones. Allah no guía a la gente descarriada” [Sûrah As-Saff (61), âyah 5]. Dice también, acerca de quien sigue sus pasiones incluso cuando éstas lo llevan hacia el mal: “¿Has visto a quien toma por dios a su pasión y Allah lo extravía en virtud de un conocimiento, sella su oído y su corazón y pone un velo sobre su vista? ¿Quién lo guiará fuera de Allah? ¿Es que no vais a recapacitar?” [Sûrah Al-Ÿâthiyah (45), âyah 23].

También, entre los motivos del malestar de los corazones está el enfocarse más de la cuenta en la vida mundana, incluso en lo que es lícito, si esto nos aleja del trabajo por la Otra Vida. Por eso, debemos buscar el equilibrio para no descuidar nuestras necesidades en esta vida, ni nuestra Vida Eterna en el Más Allá.

Hermanos y hermanas, roguemos a Allah que nos mantenga con un corazón sano, libre de todo mal, y que nos guíe hacia lo que es mejor para nosotros en esta vida y en la Otra. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

Las obras del corazón

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Respetados hermanos y hermanas: dice Allâh Altísimo en Su Libro Sagrado: “A pesar de que no se les había ordenado, sino que adorasen a Allah, rindiéndole sinceramente la adoración” [Sûrah Al-Baiyinah (98), âyah 5].

También dice Allâh en el Qurân: “Y tened por cierto que os pondremos a prueba con temor, hambre, pérdida de riqueza, personas y frutos. Pero anuncia buenas nuevas a los pacientes” [Sûrah Al-Baqarah (2), âyah 155].

Dice también Allâh: “¡Hombre! ¿Qué te engañó apartándote de tu Señor, el Generoso? El que te creó, te conformó y te equilibró, dándote la forma que quiso” [Sûrah Al-Infitâr (82), âyât 6 a 8].

El Qurân señala también: “¡Vosotros que creéis! Temed a Allah y que cada uno espere para el mañana lo que él mismo se haya buscado. Y temed a Allah, es cierto que Allah está informado de lo que hacéis” [Sûrah Al-Hashr (59), âyah 18].

Hermanos y hermanas, las obras del corazón son de las obras más hermosas que puede hacer el siervo para acercarse a Allâh, porque nacen del corazón y permanecen, en la mayoría de los casos, en secreto entre el siervo y su Señor, pero, a pesar de eso, tienen un gran impacto en la mejora de las obras que hacemos con los miembros de nuestro cuerpo, como el salâh, el ayuno, la peregrinación, etc.

El corazón es escenario de grandes obras, como también es el recipiente que puede contener peligrosas enfermedades y males, y en ambos casos, impacta de una manera notoria en nuestros actos manifiestos. Es por esto que, en esta jutbah, así como en las que seguirán, In Sha Allâh, trataremos las obras del corazón, las enfermedades del corazón, y por último las obras que se realizan con el cuerpo, para evidenciar el efecto de lo que ocurre en nuestro corazón sobre lo que ocurre con nuestras extremidades.

En un hadîth lleno de sabiduría, nuestro Nabî (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo, entre otras cosas: “Hay en el cuerpo un trozo de carne que, si está bien, todo el cuerpo lo está, pero si se corrompe, se corrompe con él todo el cuerpo”.

Para que el corazón esté bien se debe habituar a algunas obras y protegerlo contra ciertas enfermedades. Entre las obras que se realizan con el corazón, la primera y más importante, luego de la fe en Allâh es la sinceridad.

La sinceridad en las intenciones es una condición vital para la aceptación de nuestras buenas obras, porque Allâh sólo acepta las acciones que han sido realizadas con intención de complacerle. si una persona hace una buena obra con el único objetivo de alcanzar la complacencia de su Señor, y la realiza según lo ha indicado nuestro Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), puede confiar en que Allâh aceptará su obra y lo recompensará por ella.

Al adoptar la sinceridad hasta las costumbres más simples se convierten en acciones buenas, mientras que la ostentación y la falta de sinceridad convierten las buenas obras en malas acciones capaces de arrastrarnos a la ruina.

Otra de las obras del corazón es la paciencia. Allâh le ha dado las buenas nuevas a los pacientes, quienes muestran firmeza ante las calamidades, firmeza y perseverancia en las buenas obras y autocontrol para no caer en lo que Allâh ha prohibido. La paciencia es la llave de la ayuda de Allâh, y material de inestimable valor para obtener consuelo ante las dificultades de esta vida.

Otra de las obras a las que nuestro corazón debe estar habituados es la costumbre de juzgarse a uno mismo, y revisar nuestras acciones de manera periódica. A través de esta costumbre, seremos capaces de hacer un seguimiento de nuestro rumbo en esta vida, e identificaremos nuestros aciertos y errores, para perpetuar así los primeros y corregir los últimos.

Por último, mencionaremos aquí el arrepentimiento. El arrepentimiento es una de las obras más importantes de entre las obras del corazón. Una vez que conseguimos identificar nuestros errores es importante hacer un esfuerzo por abandonarlos lo antes que sea posible, luego arrepentirnos sinceramente ante Allâh, teniendo en cuenta que Él es el Único capaz de perdonar nuestras faltas y es el Perdonador, el Compasivo.

Éstas son sólo algunas de las obras que debe realizar nuestro corazón para obtener la complacencia de Allâh y para que se nos facilite cumplir con las acciones físicas.

Rogamos a Allâh que nos ayude a adquirir estos buenos hábitos y convertirlos en aquello que nos sirva en esta vida y la otra. Âmîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

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