Jutbah Semanal

Traducción al español de la Jutbah que se dicta en árabe desde el Mimbar de Mezquita As-Salam, cada viernes y en los Eid.

EL AMOR POR LA FAMILIA DE RASÛLULLÂH (SAW)

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Alabado sea Allâh, el que eleva a quien Él quiere con Su amor, el que purifica los corazones con la fe, el que envió a Su siervo Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) como luz en medio de la oscuridad, guía para los extraviados, misericordia para los creyentes. Alabado sea Allâh por habernos hecho de su Ummah, por habernos acercado a su mensaje, por permitirnos amar a Su amado.

Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con nuestro Profeta Muhammad, con su virtuosa familia y con sus nobles compañeros, y con quienes sigan su sendero con sinceridad y esperanza hasta el Último Día.

Respetados hermanos y hermanas, amar al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) no es una emoción entre otras. Es una necesidad del alma. Es una luz que Allâh deposita en el corazón del creyente. Es una condición de la fe, como él mismo declaró: “Ninguno de vosotros será verdaderamente creyente hasta que yo le sea más amado que su padre, su hijo y toda la humanidad” [Sahih Al-Bujârî y Muslim].

Ese amor no se manifiesta solo en palabras, sino en reverencia, en seguimiento, en obediencia, y en amar a quienes él amó con un amor especial, como sus compañeros, quienes fueron su escudo, su ejército, su familia de elección, y también su Ahlul-Bait, la sangre noble que vivía bajo su techo, caminaba con él y bebía directamente de su alma.

Los compañeros del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) fueron estrellas en el cielo del Islam. Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu), su amigo desde la infancia, compañero en la cueva, protector en la migración; ‘Umar (radiallâhu ‘anhu), cuya palabra coincidía con la revelación; ‘Uthmân (radiallâhu ‘anhu), cuya modestia hizo ruborizar a los ángeles; ‘Alî (radiallâhu ‘anhu), su primo y yerno, criado bajo su techo, siempre junto a él en la batalla y en la sabiduría. Ellos y muchos más, hombres y mujeres, sostuvieron la Da’wah con sus cuerpos y sus corazones, y el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) amó profundamente a estos compañeros. Los elogió, los formó, oró por ellos, lloró por ellos, y pidió que se les respetara. Dijo: “No insultéis a mis compañeros. Porque si uno de vosotros gastara el monte Uhud en oro, no alcanzaría ni un puñado de lo que ellos dieron, ni la mitad” [Sahîh Al-Bujârî y Muslim].

Pero entre los amores más delicados y especiales del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) se encontraba el que sentía por su familia directa. Allâh eligió para él una familia noble, de carácter firme, de corazón puro, de linaje limpio. Y él, en múltiples ocasiones, expresó su afecto por ellos, su cuidado, su preocupación y su recomendación a la Ummah de que los amara con sinceridad y los honrara con respeto.

En un majestuoso momento, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) se detuvo ante una multitud y dijo: “Os dejo entre vosotros dos cosas: el Libro de Allâh y mi familia. Os recuerdo a Allâh con respecto a mi familia. Os recuerdo a Allâh con respecto a mi familia. Os recuerdo a Allâh con respecto a mi familia” [Sahîh Muslim]. Cuando se le preguntó quiénes eran esa familia que merecían tanta insistencia, se explicó que eran aquellos a quienes se les prohibió aceptar la caridad, a saber, la descendencia de ‘Alî, de Ÿa’far, de ‘Aqîl, de Al-‘Abbâs (radiallâhu ‘anhum). Hombres y mujeres que compartieron con él no solo la sangre, sino el corazón y la causa.

En otra escena inolvidable narrada por la madre de los creyentes ‘Â’ishah (radiallâhu ‘anhâ), el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) salió con un manto de lana negra sobre sus hombros. En ese momento, entró su nieto Al-Hasan (radiallâhu ‘anhu), y lo hizo entrar con él. Luego llegó Al-Husain (radiallâhu ‘anhu), y lo hizo entrar también. Después vino su hija Fâtimah (radiallâhu ‘anhâ), a quien amaba entrañablemente, y la introdujo bajo el manto. Finalmente llegó ‘Alî (radiallâhu ‘anhu), su primo, su discípulo, su compañero, y lo hizo entrar. Entonces descendió la aleya: “Ciertamente, Allâh quiere apartar de vosotros toda impureza, oh Ahlul-Bait, y purificaros completamente” [Sûrah Al-Ahzâb (33), âyah 33].

¿Quiénes son Ahlul-Bait? Son Fâtimah (radiallâhu ‘anhâ), la hija que se parecía más al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) en rostro, en carácter, en compasión. Cada vez que ella entraba en la habitación, él se levantaba, la besaba y la sentaba a su lado. Ella fue la única de sus hijos que le sobrevivió. Madre de los dos príncipes jóvenes del Paraíso. Señora de las mujeres de la Ummah.

También lo son Al-Hasan y Al-Husain (radiallâhu ‘anhumâ), sus nietos, a quienes llevó en brazos, sobre sus hombros, sobre su espalda. En la mezquita, al hacer su suÿûd, no se levantaba hasta que ellos bajaran de su cuello. Dijo: “Al-Hasan y Al-Husain son los señores de los jóvenes del Paraíso” [Sunan At-Tirmîdhî].

También lo son ‘Alî (radiallâhu ‘anhu), hijo de Abû Tâlib, su primo, esposo de Fâtimah (radiallâhu ‘anhâ), guerrero valiente, sabio en conocimiento, amado por el Profeta. Afirmó el Mensajero (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “A quien yo soy su protector, ‘Alî también lo es” [Sunan At-Tirmîdhî].

También lo son sus otras hijas: Zainab (radiallâhu ‘anhâ), quien fue separada de su padre durante la migración, capturada por los enemigos, y finalmente devuelta con dignidad. Ruqaiyah y Umm Kulthûm (radiallâhu ‘anhunna), quienes lo acompañaron en Makkah y lo asistieron en sus primeros años de lucha. Hijas que compartieron su dolor y su esperanza.

También lo son también sus tíos creyentes, como Al-‘Abbâs (radiallâhu ‘anhu), protector firme en Makkah, musulmán noble en Madinah, padre de una gran descendencia piadosa. Son Ÿa’far (radiallâhu ‘anhu), el mártir de Mu’tah, cuyas alas Allâh reemplazó con alas en el Paraíso.

Entre los Ahlul-Bait más distinguidos están sus esposas, las madres de los creyentes. Allâh les dio ese título con honor. Mujeres como Jadiyah (radiallâhu ‘anhâ), su primer amor, la primera creyente, quien lo consoló cuando la revelación descendió por primera vez. ‘Â’îshah (radiallâhu ‘anhâ), erudita, brillante, narradora de miles de ahâdîth. Umm Salamah (radiallâhu ‘anhâ), sabia y prudente. Saudah (radiallâhu ‘anhâ), leal y piadosa. Todas ellas fueron llamadas por Allâh en el Qurân con nobleza: “Y permaneced en vuestros hogares y no os mostréis como lo hacían en la ignorancia antigua. Cumplid la oración, pagad el zakâh y obedeced a Allâh y a Su Mensajero. Ciertamente, Allâh quiere apartar de vosotros toda impureza, oh Ahlul-Bait, y purificaros completamente. Y recordad lo que se recita en vuestras casas del Libro de Allâh y la sabiduría. En verdad, Allâh es Sutil, Conocedor” [Sûrah Al-Ahzâb (33), âyât 33 a 34].

Es obligación del creyente amar a estas mujeres, orar por ellas, hablar de ellas con respeto. Quien alimenta el odio contra las esposas del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ha ensuciado su propia fe. Quien profiere insultos contra ellas ha insultado a su propio Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), y quien ama al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) no puede sino amar a sus esposas, a sus hijos, a sus nietos, a su familia (radiallâhu ‘anhum).

Los primeros musulmanes comprendieron esto. Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) dijo: “Cuidad del Mensajero de Allâh a través de su familia” ‘Umar (radiallâhu ‘anhu) dijo a Al-‘Abbâs (radiallâhu ‘anhu): “Tu Islam fue más querido para mí que el de mi propio padre, porque fue más querido para el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)”

El Imâm Ahmad Ibn Hambal (rahmatullâhi ‘alaihi), cuando fue perseguido y encadenado, perdonó a sus opresores por respeto al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), ya que uno de ellos descendía de su linaje.

Hermanos y hermanas, nuestra fe no está construida sobre exageración ni sobre olvido. No elevamos a la familia del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) más allá del rango que ellos mismos aceptaron. Ni los olvidamos, ni negamos su honor. No seguimos el camino de los que han exagerado en el afecto hasta caer en el exceso. Ni tampoco el camino de los que han caído en el odio injusto. Nos mantenemos en el equilibrio, en la reverencia, en la súplica.

Amamos a los compañeros del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y amamos a su familia. Los defendemos de la lengua de los ignorantes. Los honramos en nuestras oraciones. Los mencionamos en nuestras casas. Y pedimos a Allâh que nos una con ellos en el Paraíso.

¡Oh Allâh! Haz que nuestros corazones vibren con el amor por Tu Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Haz que amemos a quienes él amó, a su familia y a sus compañeros (radiallâhu ‘anhum). Purifica nuestras lenguas de toda palabra de desprecio, y nuestros corazones de todo orgullo, y haz que el amor por Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), por su familia y por sus compañeros, sea una llave que nos abra las puertas del bien en esta vida y en la otra. Âmîn.

Was-salâmu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakâtuh

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