- Viernes, 28 de Julio de 2023
- Yumu‘ah, 10 de Muharram de 1445
- Imâm: Sh. Sulayman E. Jada
En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.
El más noble de los Compañeros de nuestro Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) fue Abû Bakr As–Siddîq (radiallâhu ‘anhu), sin duda el más sobresaliente de entre todos los seguidores de profetas que hubo en la historia de la humanidad. Su nombre completo era ‘Abdullâh Ibn ‘Uthmân Ibn ‘Âmir Al-Qurashî At-Taimî. Tuvo tres hijos: ‘Abdur-Rahmân, ‘Abdullâh y Muhammad; y tres hijas: Asmâ, ‘Âishah y Um Kulthûm. Su padre, madre y todos sus hijos eran sahâbah.
Fue apodado As–Siddîq por haber sido el único que creyó al Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) cuando los demás no lo hacían, llegando a creerle con una gran fe. Como en la mañana siguiente a Al-Isrâ (el Viaje Nocturno). En aquella ocasión, acudieron algunos incrédulos donde Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) y le expusieron su plan de burlarse del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Tu compañero pretende decirnos que ha sido transportado esta noche a Baital-Maqdis (en Jerusalén), ha rezado allí y ha regresado de nuevo a Makkah”. Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) les respondió: “Si realmente es así lo que ha dicho, entonces es cierto”.
Uno de sus primeros títulos, que precede a su conversión al Islam, fue ‘Atîq “el salvado”. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) más tarde reafirmó este título cuando dijo que Abû Bakr es el ‘Atîq. Fue llamado As–Siddîq por Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) después de confirmar la veracidad del Isrâ wal-Mi’râÿ cuando otras personas no lo hicieron.
Narró Anas Bin Mâlik (radiallâhu ‘anhu) que cierta vez el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) subió la montaña de Uhud acompañado por Abû Bakr, ‘Umar y ‘Uthmân (radiallâhu ‘anhum). En un momento, la montaña empezó a temblar y el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dirigiéndose a ella, dijo: “¡Mantente firme Uhud! Ya que estás en presencia de un Profeta, un veraz y dos mártires” [Al-Bujari].
Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) nació dos años y seis meses después del año del Elefante, y era aproximadamente de la misma edad que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Este ilustre hombre logró reunir en su persona unas virtudes insuperables y sin precedentes. Pues, es el mejor de entre toda esta Ummah después del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Fue él quien estuvo en compañía del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) en la cueva mientras Quraish continuaba su fervorosa búsqueda por encontrarlos. Dice Allâh en el Qurân: “Estando ambos en la cueva, le dijo a su compañero: No te entristezcas porque en verdad Allâh está con nosotros” [Sûrah At-Taubah (9), âyah 40]. Narró Anas Ibn Mâlik (radiallâhu ‘anhu) que Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) había dicho: “Miré hacia donde los pies de los idólatras encima de nuestras cabezas, mientras nos encontrábamos en la cueva, y dije: “¡Oh, Mensajero de Allâh! ¿Si alguno de ellos se fijara bajo sus pies, nos descubriría?” Y el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) contestó: “¿Qué piensas, Abû Bakr, de dos personas cuyo tercero es Allâh?” [Al-Bujari y Muslim].
Anteriormente, el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) salió rumbo a la cueva acompañado por Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu). Durante el viaje, en ocasiones Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) caminaba delante del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y en otras ocasiones caminaba detrás de él. Entonces Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) se percató de ello y le preguntó: “¡Abû Bakr! ¿Qué te ocurre que un rato caminas delante de mí y otro a mis espaldas?” Le respondió: “¡Oh, Mensajero de Allâh! Recuerdo a los que te están buscando y camino detrás de ti y luego temo que el acecho venga de delante y me pongo frente a ti”. Entonces, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “¡Abû Bakr! ¿En qué circunstancia querrías estar solo sin mí?” Abû Bakr dijo: “¡Juro por Quien te envió con la Verdad que en cualquier desgracia que me afligiese no estarías tú conmigo!”. Cuando llegaron a la cueva, dijo Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu): “¡Aguarda, Mensajero de Allâh!, hasta que averigüe que el lugar es seguro”. Entró, revisó y luego le pidió al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) que ingresara.
Cuando Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) emigró con el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), llevó consigo todos sus bienes para ponerlos al servicio de la causa de Allâh. Narró Ibn ‘Umar (radiallâhu ‘anhumâ): “Solíamos comparar a la gente para ver quién fue el mejor durante la vida del Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Decíamos que Abû Bakr era el mejor, después ‘Umar y luego ‘Uthmân” [Al-Bujari].
Se transmitió de Abû Ad-Dardâ (radiallâhu ‘anhu) que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Allâh me envió a vosotros y dijisteis: ¡Mientes!; pero Abû Bakr dijo: “¡Proclama la verdad!”, además me apoyó con su persona y su fortuna” [Al-Bujari]. Fue el primero de los Julafâ rectos y guiados a quienes nos ha sido ordenado tomar como ejemplo de conducta. En el hadîth relatado por Al-‘Irbâd Ibn Sâriah (radiallâhu ‘anhu), el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Aferraos firmemente a mi Sunnah y la sunnah de los Jalifas rectos y guiados que vendrán después de mí” [Abû Daûd y At-Tirmidhi]. Hudhaifa Ibn Al-Yamân narró que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Seguid la guía de quienes me sucedan: Abû Bakr y ‘Umar” [At-Tirmidhi].
Cierta vez, ‘Amr ibn Al-‘Âs (radiallâhu ‘anhu) le preguntó al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “¡Oh, Profeta de Allâh! ¿Quién es la persona a quien más quieres?” Contestó (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Âishah”. Le preguntó: “¿Y de entre los hombres?” y su respuesta fue: “Su padre” refiriéndose a Abû Bakr”. [Muslim].
‘Alî Ibn Abi Tâlib (radiallâhu ‘anhu) reconocía la nobleza de Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu). Cuenta Muhammad Ibn Hanafiyyah: “Le pregunté a mi padre (‘Ali): “¿Quién es la mejor persona después del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)?” Y él me dijo: “Abû Bakr”. Le volví a preguntar: “¿Quién sigue?” Él dijo: “‘Umar”. Y temí que enunciara que ‘Uthmân sería el próximo, entonces le dije: “Luego sigues tú”, y él replicó: “Yo soy solo una persona común de entre los musulmanes” [Al-Bujari].
Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) una vez dijo: “Sin duda, estoy en deuda con Abû Bakr más que cualquier otra persona, en relación tanto a su compañía y su riqueza. Y si tuviera que tomar una Jalîl de mis seguidores, sin duda he tomado Abû Bakr, pero la hermandad del Islam es suficiente”.
Todos sabemos que Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) es la persona más elevada después de los profetas, y esto es parte de nuestras creencias. El mismo Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) le dio las buenas noticias de ser quien encabezará a las personas del Paraíso. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo una vez: “El nombre de Abû Bakr será llamado desde todas las puertas del Paraíso y será el primero de mis seguidores en entrar en él”. A pesar de estas grandes virtudes y privilegios, Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) solía decir: “Desearía ser un árbol que pudiese ser cortado y eliminado”. A veces decía también: “Desearía ser una brizna de hierba que fuera comida por un animal”. También decía: “Desearía ser un cabello del cuerpo de un creyente”. Una vez en un jardín escuchó cantar un pájaro y suspiró profundamente diciendo: “¡Qué afortunado eres, oh, pájaro! Comes, bebes y vuelas bajo la sombra de los árboles y no temes rendir cuentas en el Día del Juicio. Desearía ser como tú”.
Rabî‘ah Aslamî (radiallâhu ‘anhu) narra: “En cierta ocasión estaba discutiendo con Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) y él pronunció una palabra que no me agradó. Él lo entendió inmediatamente y me dijo: “Hermano devuélveme esa misma palabra a mí como retribución”. Yo me rehusé a hacerlo. Él insistió e incluso dijo que le llevaría el asunto a Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), pero no quise pronunciar esa palabra. Él se puso de pie y se fue. Algunas personas de mi clan dijeron: ¡Qué extraño! La persona te insulta y además te amenaza con decírselo a Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)” Yo dije: “¿Acaso no saben quién es él? Él es Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu), si él se disgusta se disgustará Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y si Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) está disgustado, entonces Allâh estará disgustado y si Allâh está disgustado ¿Quién salvará a Rabî‘ah de la ruina?” Fui donde Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y le conté lo sucedido. Él dijo: “Hiciste lo correcto en rehusarte a pronunciar esa palabra, pero podrías haber dicho esto en respuesta: ¡Oh, Abû Bakr! Que Allâh te perdone”.
‘Umar (radiallâhu ‘anhu) narró: “En cierta ocasión Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) pidió que se hicieran donaciones (sâdaqah) en el camino de Allâh. En aquellos días yo tenía algo de riqueza. Pensaba: “Abû Bakr siempre me ha aventajado cuando se trata de gastar en el camino de Allâh, pero esta vez –con el Favor de Allâh- seré yo quien gane pues poseo algo de riqueza para gastar”. Fui a la casa, feliz con la idea, y dividí todo lo que tenía en dos mitades iguales. Una de estas partes la dejé para mi familia y me fui a reunir con Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) llevando la otra mitad. Él me dijo: “¿Has dejado algo para tu familia, ‘Umar?” dije: “Si, Mensajero de Allâh”. Él preguntó: “¿Cuánto has dejado?” y yo dije: “Una mitad exacta”. Después de un rato llegó Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) con su carga. Se notaba que había traído todo cuanto poseía, y esto fue lo que dijo Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “¿Qué has dejado para tu familia, Abû Bakr?” Él dijo: “He dejado a Allâh y a su Mensajero para ellos” O sea, la misericordia del nombre sagrado de Allâh y su Mensajero y su complacencia. ‘Umar (radiallâhu ‘anhu) reconoció aquel día que nunca podría superar a Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu).
En el comienzo, aquellos que abrazaban el Islam mantenían su fe en secreto, tanto como fuera posible. Debido a que los musulmanes eran constantemente perseguidos por los Quraish, fue que el propio Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) les recomendaba a los recién conversos que practicasen su Islam en secreto, para que no tuviesen que sufrir en manos de sus enemigos. Sin embargo, cuando el número de musulmanes llegó a treinta y nueve, Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) sugirió que se predicase y practicase abiertamente el Islam. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) no estuvo de acuerdo, pero dado que Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) insistió, dio su consentimiento y todos se fueron al Haram con la intención del tablîg (invitar a la gente hacia Allâh). Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) comenzó a hablar, siendo la jutbah que él pronunció aquel día la primera reportada en la historia del Islam. Hamzah (radiallâhu ‘anhu), tío de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y el jefe de los mártires, abrazó el Islam ese día, mientras que ‘Umar (radiallâhu ‘anhu) lo hizo al tercer día de este discurso. Tan pronto como Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) comenzó a hablar, los idólatras e incrédulos se arrojaron sobre los musulmanes. Sin importar que hubiese sido considerado como una de las personas más nobles y respetables de Makkah, Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) fue golpeado hasta que toda su cara, nariz y sus oídos quedaron manchados de sangre. Fue pateado, golpeado con sandalias, pisoteado y abofeteado con extrema furia. A causa de los golpes perdió la consciencia y quedó medio muerto. Nadie tenía ninguna esperanza de que pudiese sobrevivir. Banû Taim, la gente de su clan, vinieron y lo llevaron a su casa y anunciaron que si Abû Bakr moría a causa de las heridas recibidas ellos matarían a ‘Utbah Bin Rabî‘ah (que había tomado una participación activa en la golpiza) como venganza. Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) estuvo inconsciente durante todo el día. La gente a su alrededor lo llamaba por su nombre para ver si respondía, pero era en vano. En la tarde abrió sus ojos y mostró signos de consciencia. En cuanto fue capaz de hablar, preguntó: “¿Cómo está el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)?”
Las personas alrededor de él se enojaron y dijeron: “¿Cómo es posible que, después de todo lo que te sucedió, y de haber estado en las fauces de la muerte por causa de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), en cuanto recobras la consciencia no tienes otra cosa de que hablar excepto de él?”
Ellos dejaron a Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) muy enojados por su devoción hacia Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), ya que sólo se quedó conforme cuando supo que él estaba fuera de peligro. Su madre, Um Jair, le trajo algo para comer. Sin preocuparse de su comida, Abû Bakr se quedó una y otra vez preguntándole a su madre la misma pregunta acerca del Mensajero de Allâh. Cuando ella le contestó que ignoraba el estado de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), Abû Bakr le pidió que fuera donde Um Ÿamîl, la hermana de ‘Umar (radiallâhu ‘anhu), y consultara acerca de las últimas noticias acerca de la condición en que estaba Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). La madre no podía rehusar la petición de su hijo en tales condiciones, así que fue donde Um Ÿamîl (radiallâhu ‘anhâ) para preguntar sobre la situación del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam). Al igual que otros musulmanes de aquel entonces, Um Ÿamîl (radiallâhu ‘anhâ) mantenía su Fe en secreto. Ella, por este motivo, le ocultó lo que sabía respecto del Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) diciendo: “¿Quién es Muhammad y quién es Abû Bakr? ¿Por qué tendría que saber algo acerca de ellos? Lamento lo que le sucedió a tu hijo, si quieres puedo ir contigo a verlo”. Um Jair estuvo de acuerdo y ambas fueron donde Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu). Al verlo en tan terrible situación, Um Ÿamîl (radiallâhu ‘anhâ) no pudo evitar llorar y dijo: “¡Ay de los rufianes que le hicieron esto a un hombre como Abû Bakr! ¡Que Allâh los castigue por su maldad!”
A pesar de lo que Um Jair dijo, Abû Bakr seguía preguntando lo mismo: “¿Cómo se encuentra el Mensajero de Allâh?”. Um Ÿamîl (radiallâhu ‘anhâ) dijo señalando a la madre de Abû Bakr: “¿Es seguro hablar en presencia de ella?”. Abû Bakr: “No te preocupes y dime pronto cómo se encuentra el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)”. Um Ÿamîl: “Él se encuentra bastante bien”. Abû Bakr: “¿Dónde se encuentra ahora?”. Um Ÿamîl: “Está donde Arqam”. Abû Bakr: “¡Por Allâh! No comeré nada hasta verlo”. En esos momentos su madre se puso muy ansiosa. Ella sabía que cuando alguien jura por Allâh no puede romper su juramento y, por ello, Abû Bakr no volvería a comer por ningún motivo. Ella, entones, accedió a llevarlo donde Arqam. Ella tuvo que esperar hasta que la calle se vaciara un poco de gente y así poder llevarlo donde Quraish no fuera a detectarlo. Cuando ambos llegaron donde Arqam, Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) vio al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y lo abrazó llorando. Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) hizo lo mismo y, todos los musulmanes que estaban presentes comenzaron a llorar también amargamente al ver la condición en que estaba Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu). Él presentó a su madre Um Jair ante el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) diciendo: “Ella es mi madre, ¡Oh, Mensajero de Allâh! Reza por ella e invítala a que acepte el Islam”.
Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) llegó a ser jalifah de la Ummah en un momento crucial cuando la gente que recién había abrazado el Islam empezaba a dejarlo, algunos rehusaban pagar el zakâh y el nivel del Dîn disminuía considerablemente. Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) no estaba dispuesto a que eso pasara por ningún motivo y dijo: “¿El Dîn se disminuye y yo estoy vivo?” Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) en este momento vació la ciudad de Madinah, solamente quedaron niños mujeres y acianos el resto, todos fueron a esforzarse para levantar el Dîn y en muy poco tiempo el nivel del Islam regreso a como era cuando Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dejó la Ummah.
Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) rescató y consolidó la Ummah. ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) dijo: “Lo que llegó a mi padre, si fuera descendido a las montañas quedarían aplastadas”. Tan pesada era la responsabilidad que le llego a Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu). En un periodo muy breve entre dos y dos años y medio Abû Bakr consolidó y unió a la Ummah.
Una cualidad notoria de Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu) era su profundo amor hacia el Qurân. Cuando recitaba el Qurân lloraba profundamente. ¡Quiera Allâh otorgarnos un amor así hacia Su Qurân!
Hermanos y hermanas, roguemos a Allâh para que nos de la capacidad y bendición de gozar de alguna de las bellas cualidades que tenía Abû Bakr (radiallâhu ‘anhu). Amîn.
Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh