El Profeta Muhammad (saw) como hombre de familia

En el Nombre de Allâh, Misericordioso, Compasivo. Alabado sea Allâh por habernos traído al Camino Recto, honrado con el Islam y guiarnos a la fe. Sus bendiciones sean con el sello de los Mensajeros y Profetas, quien transmitió el Mensaje y cumplió con lo que Allâh le encomendó, hasta que lo alcanzó la muerte por Su orden. Que las bendiciones y la paz de Allâh sean con él, su virtuosa familia y sus distinguidos compañeros.

Es muchísimo lo que hemos leído sobre la biografía del Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) en el campo de la educación, la fe, la política, o sobre la economía. Pero hay pocos libros o información que hablen de su hogar y cómo era su relación con sus esposas y con su familia.

Todo aquel que se fije con rigor en el campo de las relaciones familiares en la vida de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) observará que hay muchas cosas que necesitamos de una manera imperiosa en nuestra realidad actual, y que, si las lleváramos a la práctica, conducirían a estabilizar nuestros hogares, y a fortalecer nuestras relaciones matrimoniales. Vamos a dar algunos ejemplos acerca del respeto del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) a los sentimientos de la esposa y su apreciación, y cómo manifestaba su amor a sus mujeres:

Uno de los actos de delicadeza y galantería, es llamar a la esposa con los nombres que ella prefiere, o llamarla con su nombre en diminutivo, para hacerlo más llano y harmonioso, o sea, más familiar y tierno. Por ejemplo, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo una vez a ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ): “¡Oh, ‘Âish! Ÿibrîl (‘alaihis-salâm) está aquí, y te envía saludos”. Además, solía llamar a ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) como Humairâ, que es el nombre diminutivo de Hamrâ’, que significa “mujer de tez blanca con tonos rosados”. Así el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) mostraba su ternura a ‘Âishah llamándola con aquellos nombres diminutivos y tiernos.

También, otra muestra de su delicadeza y ternura era ofrecer comida, pues el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Ciertamente, cualquier cantidad que gastes de tu dinero, se considera una limosna, incluso el trozo de comida que pones en la boca de tu mujer”. Ese trozo de comida que das en la boca de tu mujer con tus manos no es sólo algo con lo que te ganas su corazón, y una forma de cooperación con la esposa, sino también, se considera una limosna con la que te ganas la recompensa de Allâh, además de que tiene un efecto psicológico positivo que beneficia a la esposa.

Queridos hermanos ¿Qué nos puede costar tener este trato con nuestra esposa? Absolutamente nada, solo unos buenos modales, un buen referente, que es nuestro Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), una demanda de la recompensa de Allâh, una construcción del alma, y el deseo de dar alegría a quien Allâh escogió como nuestra compañera de vida, nuestra esposa. Así, la Sharî‘ah nos ordena ser atentos y tiernos, dado el rol que esto desempeña en unir los corazones y estrechar los vínculos.

‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) preguntó al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ¿Cómo es tu amor hacia mí? Él respondió: “Como el trenzado de una cuerda”; entonces le preguntó: “¿Cómo es el trenzado de una cuerda?” le dijo: “Es invariable” es decir, no se altera.

El hombre tiene una manera especial de expresar sus sentimientos, que es diferente a la de la mujer dada su particular naturaleza, ya que la mujer cuando quiere expresar sus sentimientos, los manifiesta verbalmente diciendo te amo… te echo de menos…. te necesito, y repite estas palabras muchas veces a su marido. En cambio, cuando el hombre quiere expresar sus sentimientos, entonces lo hace con el trabajo o produciendo algo, y rara vez lo expresa con palabras. Por ejemplo, si el hombre quiere expresar su amor a su esposa, le compra lo que necesita o compra ciertas comidas o bebidas para la casa, o muebles, y los que pueden le regalan joyas, ropa o perfumes. Esto es para el hombre una forma de expresar su amor.

Por supuesto, éste es un hábito negativo en el hombre del que el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) se desmarcó. El hecho de que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) describiera su amor y sus sentimientos a ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) significa que él se mostraba tierno y atento con ella. Él decía a su esposa lo que ella esperaba oír de su esposo y amado, y esta es una manera maravillosa en el trato entre parejas. Se narra de ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) que Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “No me importa la muerte, después de saber que tú serás mi esposa en el Ÿannah”. Al oír estas palabras, cómo debió ser el ánimo de ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) y sus sentimientos al oír esas palabras que le hicieron sentir tal seguridad y esperanza en el amor y en el afecto, tanto en el Dunia como en el Âjirah.

Parte del buen trato y cariño que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) demostraba a sus esposas, era su cuidado personal. En este sentido fue preguntada ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ): “¿Con qué empezaba primero el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) al entrar en casa?”. Ella respondió: “Con el miswâk (la rama que se utiliza para limpiar los dientes)”. Al- Bujârî (rahimahullâh) relata que ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) solía decir: “Yo perfumaba al Mensajero de Allâh con el mejor perfume que tenía, hasta que se podía ver las gotas del perfume en su cabeza y su barba”, y también dijo ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ): “Yo solía peinar al Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam)…”.

Todos estos dichos y otros indican el interés de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) por cómo se presentaba ante sus queridas esposas conforme a la norma que Allâh agrada, al contrario de lo que hacen los hombres actualmente con la exageración en el ornato, así como con la exageración en la indumentaria y embellecimiento de las mujeres. Sin embargo, a pesar de esta exageración en el embellecimiento, observamos, por ejemplo, las contradicciones que viven los hombres; pues tienen un mal olor que viene del tabaco que fuman, entonces ¿Cómo se puede considerar que tienen buena presencia? Y, por otro lado, encontramos a otros hombres que tratan el asunto del adorno con toda desatención descuidándose en su ropa, cabello, uñas, bigotes, barba y axila y oliendo muy mal, sin embargo, lo mejor es seguir la Sunnah en lo relacionado con la preocupación por la forma exterior, lo que se considera un derecho legítimo para la mujer y una razón indiscutible para ganar su amor, pues Allâh creó el alma con una inclinación hacia lo más puro y lo más bello. Dice Allâh en el Sagrado Qurân: “Ellas tienen tanto el derecho al buen trato como la obligación de tratar bien a sus maridos” [Sûrah Al-Baqarah (2), âyah 228].

En tiempos del Jalifato de ‘Umar (radiallâhu ‘anhu) vino hacia su presencia un hombre con una apariencia muy sucia y muy desordenada, junto con su mujer que le dijo: “¡No quiero quedarme con él!”. ‘Umar (radiallâhu ‘anhu) supo que la mujer no aguantaba a su marido. Entonces mandó al hombre para que se duchara y se cortara el pelo y las uñas. Y cuando regresó el hombre, su mujer se quedó sorprendida y no lo reconoció al principio, pero tras asegurarse de que era su marido, se acercó a él, lo besó y cambió de opinión. Anuló su petición de divorcio. Entonces, dijo ‘Umar (radiallâhu ‘anhu): “¡Hombres! Engalanaos para las mujeres, pues juro que a ellas les gusta que os engalanéis tanto como os gusta a vosotros verlas engalanadas”. Nuestra mujer quiere que nos adornemos y embellezcamos para ella tal como nos gusta que lo hagan para nosotros. Es nuestro deber aprender de Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y sus distinguidos compañeros (radiallâhu ‘anhum) las artes en el fortalecimiento del amor.

El Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) era muy agradable en su convivencia, era muy amable en su trato con las mujeres, siempre era agradable, bromeaba con su familia, incluso una vez compitió en una carrera con ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ), dijo ella: “Compitió conmigo el Mensajero de Allâh y le gané, y eso fue antes de quedarme embarazada, luego después de quedarme embarazada me ganó y me dijo: “Esta es por la otra vez”.

Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dejó como el mejor ejemplo de hombre a aquel que mejor sabe convivir con su esposa. Dijo (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “El mejor de vosotros es quien mejor se comporta con su esposa, y yo soy el mejor de vosotros con mis esposas”. Y si el Profeta es el mejor en su relación con su familia y esposas, su convivencia con ellas lógicamente debe ser ejemplar, con todo el alcance de esta palabra en cuanto al esmero en los comportamientos y en las relaciones morales; en su relación de amor, romance, justicia, misericordia y fidelidad, y todo lo necesario para establecer la relación matrimonial en todas las situaciones, en el tiempo y en el espacio, tal y como demuestran los libros de Sunnah, de Sîrah con un estudio pormenorizado de sus cualidades y comportamiento en los que se resalta un trato exquisito con sus mujeres.

En cuanto al amor del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) hacia sus esposas, narró Anas Ibn Mâlik (radiallâhu ‘anhu): “Dijo el Mensajero (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Han sido engalanadas para mí de este mundo las mujeres y el perfume; y se ha hecho que la oración sea para mí el mejor motivo de sosiego”.

‘Amr Ibn Al-Âs (radiallâhu ‘anhu) preguntó al Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “¡Mensajero de Allâh! ¿Cuál es la persona a la que más quieres?”, respondió: “‘Âishah”, dijo ‘Amr: “¿Y de los hombres?”, entonces respondió: “Al padre de ella (Abû Bakr).

Otra prueba de su buena convivencia y su delicado trato, nos lo hace llegar también ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ): “Cuando yo estaba en mi periodo, cuando terminaba yo de beber, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) bebía del mismo lugar del vaso del que yo había bebido, colocando su boca sobre el mismo lugar en el que yo había colocado mi boca, y eso a pesar de que sudaba mucho por estar en el periodo”.

En cuanto a la indulgencia del Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ante las faltas de sus esposas, se narra de ‘Umar Ibn Al-Jattâb (radiallâhu ‘anhu) que dijo: “Cuando estábamos en Qurâish (en Makkah antes del Islam) teníamos dominio sobre nuestras mujeres y cuando emigramos a la tierra de los Ansâr (los auxiliadores) en Madinah, he aquí que encontramos gente a quienes sus mujeres les dominaban, y empezaron nuestras mujeres a contagiarse de sus modales. Un día alcé mi voz sobre mi mujer y ella me replicó. Entonces me opuse a que ella me replicase. Me dijo: “¿Por qué te opones a que te conteste? Por Allâh, que las mujeres del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) le contestan, y algunas de ellas incluso lo han ignorado el día entero hasta la noche”. Continuó ‘Umar diciendo: “Entonces, me escandalizó eso y le dije: con seguridad está perdida la que de ellas haga eso. “Así que, me rodeé con mi atuendo, me dirigí a Hafsa (radiallâhu ‘anhâ) y le dije: “¡Oh, Hafsa! ¿Alguna de vosotras se enfada con el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) el día entero hasta la noche?” Dijo: “Si”. Entonces le repliqué: Estás perdida y acabada, pues, ¿Acaso crees estar a salvo de que Allâh se enoje debido al enojo de Su Mensajero (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y termines fracasando?”. Y lo más sorprendente de todo esto es que el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) a pesar de todo eso las cortejaba con dulces palabras, como si de ellas no se originase nada digno de resaltar. ‘Âishah (radiallâhu ‘anhâ) dijo: “Me dijo el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam): “Yo sé cuándo estás contenta conmigo, y cuándo estás enfadada” y yo le dije: ¿y cómo lo sabes?, Y él respondió: “Si estás contenta, cuando vas a jurar dices: “Juro por el Dios de Muhammad”, y si estás enfadada de mí dices: “Juro por el Dios de Ibrâhîm”. Entonces le dije: “Sí, pero sólo abandono la pronunciación de tu nombre (no tu propia persona)”.

Narró Anas (radiallâhu ‘anhu): “El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) estaba en casa de una de sus esposas, y otra esposa envió una bandeja de comida, entonces la mujer en cuya casa estaba el Profeta empujó la mano del criado que llevaba la bandeja, y ésta cayó al suelo y se rompió. Entonces Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) reunió las partes rotas de la bandeja y puso en ellas la comida que estaba en la bandeja, y dijo a sus compañeros que estaban presentes: “Un simple ataque de celos de vuestra madre”, después pidió al sirviente que trajera una bandeja en buen estado para entregársela a su otra esposa y dejó la bandeja rota en la casa de la que la rompió”.

Fijaos hasta qué punto llega la paciencia del Profeta con sus esposas, hasta el punto de que alguna de sus esposas deja de hablarle durante todo el día, o deja de mencionar su honrado nombre, y a pesar de todo ello, él perdona, se muestra paciente y todo esto, teniendo la posibilidad de separarse de ellas, siendo que Allâh se las habría reemplazado por otras mejores: musulmanas, creyentes, devotas, obedientes, de fácil arrepentimiento, adoradoras fervientes y ayunantes, ya hubieran estado casadas antes o no. Porque así se lo prometió Allâh, pero el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) era piadoso y misericordioso, perdonaba y excusaba y cuanto mayor era el daño que la gente le producía, él era aún más afectuoso.

También el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) instó a los hombres a mantener una buena relación con sus esposas. Como relataron Al-Bujârî y Muslim (rahmatullâhi ‘alaihimâ) que Abû Hurairah (radiallâhu ‘anhu) dijo que el Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dijo: “Traten a las mujeres amablemente, ellas fueron creadas de una costilla, y la parte más curvada de la costilla es su parte superior; entonces, si ustedes tratan de rectificarla, se romperá, y si la dejan tal cual es, permanecerá curvada; y las mujeres son así”. El Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) repetía esta recomendación en cada oportunidad que se presentaba. En la Peregrinación de la Despedida, el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) dedicó una parte esencial de su gran sermón a esta recomendación diciendo: “¡Oh, creyentes!  Es verdad que tenéis ciertos derechos con respecto a vuestras mujeres, pero ellas también tienen ciertos derechos sobre vosotros.  Recuerden que las han tomado como sus esposas con el consentimiento de Dios y con Su permiso. Si ellas cumplen con vuestros derechos entonces a ellas pertenecen sus derechos a ser alimentadas, vestidas y tratadas con bondad. Traten bien a sus mujeres y sean amables con ellas porque ellas son sus compañeras. Y es su derecho que ellas no hagan amistad con quien ustedes no aprueban, así como que nunca se comporten de manera impúdica”.

Rasûlullâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) ha dirigido a las parejas a los que es beneficioso para sus familias, diciendo: “El creyente no debe odiar a su mujer creyente, porque si él odia determinada manera de su personalidad, entonces él no debe olvidar los otros buenos modales en su carácter”. Dijo también: “El creyente que tenga la más perfecta fe es el que tiene la mejor moral y el que es más amable hacia su familia”. El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) también dijo: “Todo lo que no implique la alabanza a Allâh, es vanidad o negligencia, salvo cuatro cosas: el ejercicio de tiro (de arco y flecha), entrenar con el caballo, jugar con su familia y el aprendizaje de la natación”.

Respetos hermanos y hermanas, constantemente nos consideramos seguidores del Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y eso nos llena de orgullo; pero ¿Estamos dispuestos a seguir su Sunnah en todos los aspectos de nuestras vidas? o ¿Solo vamos a aplicar lo que nos conviene o satisface solo a nosotros? No olvidemos que ejemplo es completo, lo que incluye su relación con  sus esposas, familia y mujeres en general. Si pretendemos quererlo, debemos amar lo que él amaba, y así Allâh nos amará y nos reunirá en el Ÿannah, no solo con quienes amamos en esta vida, sino que también con quien Allâh más ama de entre los mundos, Su querido Profeta Muhammad (sallallâhu ‘alaihi wa sallam).

Quiera Allâh darnos la capacidad de seguir el ejemplo de su amado Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) y de ponerlo en práctica en nuestras vidas. Amîn.

Wassalamu ‘alaikum wa Rahmatullâhi wa Barakatuh

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